El tema de la financiación climática es sin duda uno de esos temas que generan tanto interés como frustración. ¿Por qué? Porque cada vez que se realiza una cumbre de este tipo, como la COP29 en Bakú, Azerbaiyán, parece que estamos en un ciclo constante de discursos grandilocuentes y promesas que se evaporan en el aire. Pero, a pesar de ello, uno se pregunta: ¿podríamos estar ante un cambio real o más bien ante otro espectáculo triste muy bien ensayado?

Un vistazo a lo que ha traído la COP29

Esta mañana, la Presidencia de la COP29 hizo un anuncio que no ha dejado a nadie indiferente: nuevos borradores de un paquete sobre el objetivo colectivo cuantificado de financiación (NCQG) y otras iniciativas sobre adaptación, mitigación y transición justa. Si nunca te has encontrado en medio de negociaciones políticas, es similar a estar en una fiesta donde todos parecen tener un par de copas de más, pero las promesas siguen ahí, brillantes, como si no se fueran a desvanecer en la mañana.

Simon Stiell, secretario ejecutivo de Cambio Climático de la ONU, hizo eco de la urgencia al declarar que los planes nacionales de adaptación son más necesarios que nunca. ¿Cuántas veces hemos escuchado eso ya? La presión está en el aire, y parece bastante vital, aunque a veces siento que se repite casi como un mantra para calmar las aguas.

El dilema de la financiación climática

La financiación climática ha sido, desde el primer momento, el gran protagonista de esta cumbre. Recordemos el metaobjeto que se estableció en la Cumbre del Clima de Copenhague en 2009: que los países ricos aporten 100.000 millones de dólares anuales a naciones vulnerables. ¿Te imaginas tener una deuda con tu mejor amigo y cada año decirle que vas a pagarlo, pero nunca cumpliendo con la promesa? Eso es básicamente lo que muchos países están sintiendo ahora mismo.

Y aquí es donde el nuevo borrador ya ha suscitado críticas. Por ejemplo, Linda Kalcher, de Strategic Perspectives, lo caracterizó como un farol de la Presidencia. ¡Y vaya que hay razón para pensar así! Javier Inventor, de Greenpeace, no se quedó atrás y afirmó que la falta de cifras concretas es un insulto a millones que ya están sufriendo. ¿Alguna vez te has encontrado en una conversación y alguien promete algo, pero no da detalles? Así es como se siente.

Opciones abiertas: ¿una mano tendida o la apertura de una trampa?

El borrador incluye dos opciones abiertas sobre el nuevo objetivo de financiación climática, pero ambas tienen un incómodo “x” donde deberían estar las cifras. En la primera opción, se menciona que los países ricos deben movilizar fondos para las naciones en desarrollo entre 2025 y 2035 en forma de donaciones. ¿Que no está claro? ¡Exactamente! ¿En serio queremos esperar hasta 2035 para ver si cumplen? Las promesas suelen ser muy distintas de la realidad.

La otra opción sugiere que todas las fuentes de financiación podrían aportar, lo que abre la puerta para que los países en desarrollo también colaboren. Es como una fiesta a la que todos están invitados, pero donde solo unos pocos realmente saben cómo bailar bien.

¿Dónde quedan las cifras concretas?

La directora ejecutiva de la Red Internacional de Acción Climática (CAN), Tasneem Essop, levantó la voz al indicar que “el último borrador del texto del NCQG sigue siendo manifiestamente incompleto”. Y es que, seamos claros, un acuerdo sin cifras concretas no es más que papel mojado. En momentos como estos, me pregunto: ¿no deberíamos aprender de las experiencias pasadas?

Marlene Achoki, de CARE International, hizo eco de este sentimiento al subrayar que la propuesta presidencial no ofrece objetivos numéricos específicos. Es como si fuéramos a un buffet y eligen no poner nuestros platos favoritos porque, después de todo, no tienen que ser concretos. ¿No sería genial poder decidir qué comer sin que nos den sólo opciones vagas?

La hipocresía del Norte Global

Es innegable que mientras se llevan a cabo estas negociaciones, los países desarrollados han aumentado sus promesas, pero solo de palabras. Javier Andaluz, de Ecologistas en Acción, resalta la hipocresía de las negociaciones, apuntando que las cifras necesidades están claras, pero la acción sigue ausente. Si estuvieras en su lugar, ¿no sentirías una mezcla de frustración y desesperación? Merecemos más que una danza de palabras vacías.

Por su parte, Stephen Cornelius, de WWF, resaltó la urgencia de un acuerdo ambicioso. La naturaleza sigue sin esperar, y a medida que el tiempo avanza, las señales que nos envía son cada vez más alarmantes.

Un futuro incierto: ¿hacia dónde vamos?

Como ciudadano global y apasionado del medio ambiente, no puedo evitar preguntarme: ¿dónde estamos realmente? Las promesas son cada vez más disonantes, y muchos de nosotros comenzamos a preguntarnos si este ciclo sin fin de conversaciones, discursos y propuestas se convertirá en una realidad. La COP29 se presenta como una nueva oportunidad, pero ¿será igual que las anteriores?

Propuestas desesperadas en medio de críticas

A medida que los días avanzan en Bakú, la presión aumenta. Si la dirección a seguir es la de seguir usando palabras sin acciones, ¿realmente estaremos preparados para enfrentar la crisis climática que acecha? Es un juego de malabares entre promesas y realidades que no se pueden resolver con un buen discurso o un par de presentaciones bien diseñadas.

A medida que se cierran las sesiones de la cumbre, los ojos del mundo estarán puestos en cómo se desarrollan estos posibles acuerdos. La preocupación es palpable. Los líderes mundiales deben tomarse en serio su papel en este rompecabezas que involucra no solo a diferentes países, sino a millones de personas que enfrentan las consecuencias diarias del cambio climático.

Reflexiones finales: ¿qué está en juego?

Reflexionar sobre lo acontecido en la COP29 me lleva a recordar mi propia experiencia en una reunión comunitaria. Recuerdo un proyecto en el que todos estábamos comprometidos a hacer mejoras. Habíamos discutido durante meses, generado ideas, pero, al final del día, era esencial que tuviéramos un plan de acción concreto. Sin un compromiso claro y con números, el proyecto se desvaneció en el olvido.

Así que, al mirar la realidad de la COP29, me pregunto: ¿podríamos ser testigos de cambios genuinos esta vez o volveremos a las viejas costumbres? Después de todo, entre tantas promesas, lo que realmente buscamos son acciones que respalden esas palabras. Y tú, ¿qué opinas? ¿Estamos simplemente ante otro espectáculo o realmente estamos ante la posibilidad de un cambio en la lucha contra el cambio climático?

La importancia de la financiación climática no debería subestimarse. Las decisiones que se tomen (o no se tomen) en esta cumbre realmente determinarán el futuro de millones de vidas en todo el mundo. Es un recordatorio de que todos estamos interconectados, y el tiempo para actuar es ahora. Después de todo, ¿quién quiere ser el protagonista de la próxima gran crisis climática? ¡No, gracias!