En la geografía de La Rioja, hay un pequeño rincón que parece detenido en el tiempo: Oteruelo. Este pueblo, que una vez resonó con risas y campanas, ahora es solo un eco del pasado. Pero, ¿qué se esconde detrás de esas paredes que están a punto de derrumbarse? Hoy quiero contarte la historia de Oteruelo, no solo como un relato de pérdida, sino como un espejo que refleja un fenómeno mucho más amplio: la despoblación en España.

Oteruelo: un pueblo que se desmorona

Imagina un día tranquilo. Te encuentras caminando por un sendero estrecho, un camino de tierra que una vez estuvo lleno de vida. A tu alrededor, las casas de Oteruelo, que ya no tienen habitantes, te miran con nostalgia. Sus ventanas, cubiertas de polvo y telarañas, son como ojos tristes que se asoman al mundo exterior, esperando un regreso que nunca llegará. En los años 70, los últimos residentes abandonaron este lugar buscando «una vida mejor». Y es que, aunque la vida en el campo suena romántica, a menudo se ve eclipsada por la promesa de las luces de la ciudad.

¿Cómo puede un lugar tan bonito convertirse en un pueblo fantasma? La respuesta es compleja. La industrialización, la urbanización y, sobre todo, las oportunidades económicas en las áreas metropolitanas, han ido poniendo la presión sobre estos pequeños núcleos rurales, que se ven obligados a vaciarse.

Recuerdo cuando visité un pueblo en la sierra de Guadarrama. Mientras exploraba las calles vacías, un agricultor local me dijo: «Aquí no hay futuro, solo nostalgia». Sus palabras resonaron en mí, y no pude evitar pensar en Oteruelo.

La historia de la despoblación en España

La población rural ha estado disminuyendo durante décadas en España. El éxodo hacia las ciudades es un fenómeno tan antiguo como la civilización misma, pero en el contexto español, ha tomado un giro bastante agudo. En los años 50 y 60, millones de personas dejaron sus hogares para buscar un mejor futuro en las ciudades, una tendencia que se ha mantenido hasta la actualidad.

Pero, ¿qué pasa con los que se quedan? En muchos casos, los jóvenes abandonan sus aldeas en busca de estudios, empleo y variedad de vida social. Oteruelo es un claro ejemplo de este fenómeno. ¿Quién podría resistirse a las oportunidades que ofrecen las ciudades como Madrid o Barcelona? La vida en un pueblo se siente a menudo como una película de época, llena de calma, pero también de limitaciones.

¿Te has planteado alguna vez cómo sería tu vida en un entorno rural y deshabitado? En mis días de vacaciones en el campo, solía extrañar las comodidades de la vida moderna. Sin embargo, cuando finalmente me desconectaba de la tecnología y escuchaba el canto de los pájaros, la paz me envolvía. Esa es la belleza del campo, pero no puede sostenerse ante las exigencias del mundo actual.

Las casas que hablan

Al recorrer Oteruelo, es imposible no sentir que las casas cuentan historias. Cada grieta en la pared y cada ventana rota son huellas de recuerdos; historias de familias que celebraron fiestas, de niños que jugaron en sus calles y de ancianos que vivieron su vida en esa pequeña comunidad. Pero las historias están desapareciendo, olvidadas como las campanas que una vez tocaron a toda hora en la iglesia de San Lorenzo.

La iglesia, aunque resquebrajada, sigue en pie como un símbolo de resistencia. Mientras caminaba por la aldea, recordé una anécdota de mi infancia. En una ocasión, mi abuela me llevó a visitar un viejo pueblo donde nacieron sus padres. Pude sentir la emoción en sus ojos al recordar su juventud allí, y reflexionar sobre cómo las generaciones han ido dejando su huella. Esa misma emoción se siente cuando miras la iglesia en Oteruelo: es una conexión con el pasado que se está desvaneciendo rápidamente.

¿Dónde están las oportunidades?

La pregunta más pertinente puede ser: ¿qué se puede hacer para revivir estas aldeas y sacarlas de la sombra? Las iniciativas para revitalizar zonas rurales y fomentar el retorno de los jóvenes son diversas. ¿Y quién no ha oído hablar de los movimientos “#mudarsealcampo” o “ruralismo”? La idea de volver a lo esencial, de habitar espacios donde la conexión con la naturaleza es primordial, está cada vez más presente. Y, aunque suena idílico, la realidad es que no es fácil.

Por otro lado, tenemos a ciertas empresas emergentes que están viendo el potencial del mundo rural. Startups de tecnología rural están ofreciendo oportunidades laborales sostenibles en áreas que más las necesitan, lo cual es una buena noticia. Además, iniciativas relacionadas con el agroturismo están empezando a atraer a gente interesada en vivir experiencias auténticas en el campo. ¿Quién no querría escaparse de la rutina y pasar unos días en un pueblo donde se respira tranquilidad?

Una de mis experiencias más memorables ocurrió cuando decidí hacer un retiro en un ecopueblo. Allí, mientras disfrutaba de una taza de té, me di cuenta de que las oportunidades no solo residen en las grandes ciudades, sino que también pueden florecer en lugares como Oteruelo, donde los sueños son menos frenéticos y el ritmo de vida es más pausado.

El futuro de Oteruelo y las aldeas deshabitadas

El futuro de Oteruelo no es único; refleja lo que ocurre en cientos de pueblos en España. En 2019, un informe de El País reveló que el 50% de los municipios enfrentan un grave problema de despoblación. La situación es alarmante, pero no todo está perdido. La conciencia sobre este problema ha ido creciendo, y cada vez más personas están decididas a encontrar soluciones.

Iniciativas locales, como las de familias que deciden repoblar aldeas, están tomando forma. Estas historias de resiliencia son un rayo de esperanza en un panorama que, a menudo, parece sombrío. La combinación de creatividad y tecnología podría ser la clave para revivir la esencia de estos lugares.

Conclusión: un camino hacia la esperanza

Al final del día, este artículo no es solo una exploración de Oteruelo o de la despoblación en España; es una llamada a la acción y a la reflexión. Claro, es fácil mirar desde la distancia y pensar que los problemas de la despoblación no nos afectan. Pero tú, como lector, ¿no te has preguntado alguna vez cómo un pequeño rincón del mundo puede tener un impacto en nuestra vida diaria? Las historias de pueblos como Oteruelo, que se desmoronan entre recuerdos, también nos cuentan sobre nosotros.

La lección aquí es que el futuro no está escrito. Si bien el silencio de Oteruelo puede ser ensordecedor, también puede ser un recordatorio de que es posible cambiar el rumbo. Tal vez, la próxima vez que pasees por un pueblo, las campanas no estén sonando, pero escucharás el latido de aquellos que luchan por mantener viva la memoria y la vida en estas tierras olvidadas.

¿Te animarías tú a ser parte de esta historia? En la búsqueda de un equilibrio entre la modernidad y la tradición, está claro que el futuro de nuestros pueblos depende de nosotros.