Las redes sociales han revolucionado la manera en que recibimos noticias. Sin embargo, con ese cambio también ha llegado un fenómeno que a todos nos deja un sabor amargo: las fake news. Recientemente, el renombrado escritor Fernando Aramburu se convirtió en el blanco de un bulo que afirmaba que había fallecido. Claro, como si su vida no fuese ya lo suficientemente interesante, ¡tenía que lidiar con rumores de su propia muerte! En este artículo, exploraremos este incidente, la creciente preocupación por la desinformación y cómo afecta nuestra sociedad actual, distante de las épocas en que las noticias llegaban a través de un periódico en la puerta de casa.
La falsa noticia: ¿romper el mito del escritor?
Cuando leí que Fernando Aramburu había tuiteado para aclarar su situación, una mezcla de alivio y risa me invadió. Imaginen estar en esa situación: tú, un escritor apreciado y respetado, de repente ves cómo las redes sociales se llenan de mensajes de condolencias. ¿De verdad? ¿Así es como se despide el mundo de ti? Bueno, eso fue lo que ocurrió cuando una cuenta falsa que se hacía pasar por Tusquets Editores publicó que Aramburu había fallecido a los 65 años por un infarto.
Con el tiempo que pasamos en línea, ¿no nos sentimos un poco como personajes de un cuento de terror contemporáneo, donde las historias se desenvuelven desde la comodidad de nuestro sofá, pero con una pizca de terror desatado? En este caso, el autor de «Patria» se vio ensombrecido por un rumor tan insólito que podía tener más impacto que alguna de sus tramas más emocionantes.
La anatomía del bulo
Este caso concreto tuvo una particularidad: la fuente de la desinformación fue Tommaso Debenedetti, un periodista italiano conocido por lanzar bulos de muertes de varias celebridades. Te toca pensar, ¿de verdad necesitamos a alguien así en el mundo? ¿Tendrá una lista de «mejores muertes ficticias» como si estuviese compitiendo por el Oscar? Pero dejemos eso de lado por un instante; el hecho es que esto demuestra la vulnerabilidad de las cuentas de redes sociales y la inmediatez con la que se difunden las noticias.
La Agencia EFE, en este caso, publicó inicialmente la información, pero luego tuvo que retractarse, lo que impulsó una cadena de desinformación que corrió como un fuego compartido en las plataformas. En este punto, vale la pena hacer una pausa: ¿hasta qué punto somos responsables de lo que compartimos sin cuestionar? Como decía mi abuela, “no todo lo que brilla es oro”, y por alguna razón, esta frase ha sido presentada como un consejo atemporal, especialmente en la era digital.
El ciclo de la desinformación
El ciclo de las fake news es un fenómeno que puede describirse como una especie de «pink floyd» de las noticias: comienza suave, completamente normal, pero pronto se convierte en un caos. La rapidez de las redes sociales hace que la divulgación de información falsa suceda más rápido que el tiempo que tomamos en verificarla. Ahí, justo en ese teórico “sentido común” de las personas, radica uno de los problemas más serios.
Hemos llegado a un punto en que las noticias falsas pueden ser más emocionantes que la realidad. La historia de Aramburu tiene todos los ingredientes de un thriller: la confusión, la emoción, el desenlace feliz (sí, continúa vivo y en pie). Pero, ¿qué pasa cuando la «noticia» es sobre cuestiones serias como la salud, la seguridad o la política? También debería estar preparado para el hecho de que, sí, hay consecuencias y algunas de ellas pueden ser muy, muy serias.
¿Un riesgo para la salud pública?
Tomemos el ejemplo de cómo las fake news pueden tener impacto en la salud pública. Durante la pandemia del COVID-19, se generaron montones de desinformación sobre tratamientos, prevención y vacunas. ¿Alguien más recuerda las recomendaciones de tomar té de no sé qué hierba seca para evitar el contagio? Es una locura pensar que hombres y mujeres se atrevieron a meterse esa «solución milagrosa» en el cuerpo.
Uno podría preguntarse, ¿qué llevaría a una persona a creer en estas noticias? La realidad es que, en un estado de miedo y ansiedad, el cerebro busca respuestas simples, y muchas veces esas respuestas vienen de fuentes poco confiables. La colaboración entre medios de comunicación, plataformas digitales y agencias de verificación de datos se vuelve esencial para combatir este fenómeno que atenta contra la salud de la sociedad entera.
¿Qué podemos hacer al respecto?
No estoy aquí para dar un discurso moralista (mi madre ya se encarga de eso), sino para compartir algunas herramientas y consejos que podrían ayudar a enfrentar este problema:
- Verifica las fuentes: Antes de compartir algo, asegúrate de que provenga de una fuente confiable. Puedes usar fact-checkers, que son como un “notario” de la verdad en el mundo de las noticias.
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Sé escéptico: Si algo parece demasiado bueno o malo para ser cierto, probablemente no lo sea. Aprender a dudar es una habilidad esencial en la era digital.
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Capacitación: Algunos dicen que no es necesario obligar a nadie a leer sobre verificación de datos, pero yo opino que un cursillo de dos horas podría cambiar vidas. Nadie quiere que su apellido figure en las historias de la desinformación, ¿verdad?
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Conversa en la comunidad: Las personas suelen creer más en lo que dice un amigo que en cualquier noticia de la televisión. Así que, dialogar sobre la importancia de las fuentes y la veracidad puede ser una excelente manera de crear conciencia.
Una vida entre rumores
La vida de Fernando Aramburu, marcada por el éxito literario, también está sujeto al torrente de rumores. Su obra “Patria” ha abordado un tema profundamente complejo y doloroso: la violencia en el País Vasco y su impacto en las vidas de quienes ahí residen. Vale la pena repetirlo: sus personajes ficticios tan vividos y profundamente humanos están en un camino opuesto a lo que representa una fake news. Mientras que un bulo puede ser un reto temporal, la historia que cuenta Aramburu perdura y se convierte en un puente para la comprensión y la empatía.
La ironía nos juega sucio a veces. Aramburu, con su talento para contar historias, puede escribir sobre la mentira y la verdad y, sin embargo, se encuentra navegando por un mar de rumores en su propia vida. La creatividad puede ser un refugio, pero también una lupa que amplifica la atención sobre cada rincón de la vida de un escritor. Y pensar que solo buscaba compartir sus pensamientos para una charla pública en Palma…
Reflexiones finales
La situación de Fernando Aramburu, si bien puede parecer un simple tropiezo en el camino, proyecta una luz sobre un problema mucho más amplio que afecta a todos nosotros: la desconfianza. En un mundo donde las noticias verdaderas se enfrentan a un diluvio de desinformación, necesitamos armar a la población con herramientas para discernir lo que es cierto de lo que no lo es.
Así que, queridos lectores, hagamos un cambio. Reflexionemos sobre nuestros hábitos de consumo de información. Riámonos de los bulos cuando sea apropiado, pero también aprendamos a proteger la verdad. Porque en la vida, al final del día, lo único que podemos realmente confiar es en que, si Aramburu dice que estará en un debate, ¡seguramente estará allí!
Así que, la próxima vez que te encuentres con una “noticia” escalofriante sobre un autor o una celebridad, antes de sentir que el mundo se derrumba, invierte unos segundos en buscar la verdad. Recuerda: a veces, vivir es más asombroso que lo que pueden inventar las redes sociales.