En un mundo que a menudo parece estar repleto de más preguntas que respuestas, y donde la verdad puede ser tan esquiva como un gato callejero, hay ocasiones en las que el periodismo brilla con toda su intensidad. El diario EL PAÍS acaba de recibir el Premio Protección a la Infancia en la categoría de comunicación, no como un simple trofeo en una estantería, sino como un símbolo de una batalla cuya lucha es fundamental para la sociedad. Este galardón se otorga por su valiente investigación sobre la pederastia en el seno de la Iglesia Española, liderada por los periodistas Íñigo Domínguez y Julio Núñez.

El evento tuvo lugar en el CaixaForum de Madrid, en una gala organizada por la Fundación Guido Fluri, junto a asociaciones como ANIR, AVA y Lulacris, que trabajan bajo la bandera de la Initiativa Europea de Justicia. En un ambiente cargado de emoción y reflexión, entre los premiados figuraron personajes destacados, incluyendo al Papa Francisco, quien envió un mensaje en vídeo alentando a las víctimas a seguir luchando contra las injusticias. ¿No es conmovedor ver cómo incluso alguien en la cima de una organización tan grande puede unir su voz con quienes han sido silenciados?

La génesis de una investigación crucial

Podríamos pensar que, con tantas historias que desafían a la moralidad, totalizar detalles sobre abusos en instituciones religiosas parece un proyecto titanesco. La investigación de EL PAÍS comenzó en 2018, con el claro objetivo de dar voz a aquellos que habían sufrido abusos en su infancia, y lo hizo de una manera absolutamente transparente y significativa. Empezaron enumerando 34 casos en España, pero a lo largo de seis años, la historia se amplió tanto que en realidad se han contabilizado más de 3,000 víctimas y nos encontramos ante más de 1,500 agresores.

Imaginen por un momento la responsabilidad que eso conlleva. Es una montaña de testimonios, números y, sobre todo, un peso emocional que podría aplastar incluso a los más fuertes. Sin embargo, a pesar de la magnitud de esta tarea, el equipo de EL PAÍS se comprometió a no dejar a ninguna víctima en el camino. En un momento en su discurso, Núñez, quien recogió el premio, compartió un fragmento que resonó en mí: “El perdón es más que necesario para limpiar las heridas que os han causado”. Este tipo de honestidad puede ser un bálsamo para los que han sufrido; les recuerda que aún en medio de todo el dolor, hay un camino hacia adelante.

Reconocimiento y repercusiones

El año pasado, el equipo ya había sido reconocido con el Premio Ortega y Gasset a la mejor historia o investigación periodística. Sin embargo, esta nueva premiación va más allá. Se trata de una afirmación de que estos problemas no pueden y no deben ser desestimados. Y no es solo sobre recoger premios; se trata de visibilizar una lacra social que ha sido reprimida durante demasiados años. En el acto, Sira Rego, ministra de Juventud e Infancia, expuso que estos premios buscan «reconocer y reforzar la visibilidad de realidades silenciadas».

Es un triunfo de la verdad y del coraje. Pero, hagamos una pausa aquí. ¿No hemos escuchado mil veces que la verdad duele? ¡Pero qué dolor tan necesario! Mientras que muchos buscan apagar el fuego del escándalo con agua fría, los periodistas de EL PAÍS decidieron alimentar la llama para arrojar luz sobre lo que ha quedado oculto por generaciones.

Impacto de la investigación

Volviendo al tema de la investigación, los logros son significativos. La creación de la primera base de datos de referencia sobre casos de abusos, quien fue alimentada directamente por las víctimas, podría ser un cambio trascendental. Esta base de datos podría ofrecer, por fin, una visión clara de la magnitud de la crisis, y armar a los afectados con el conocimiento necesario para seguir demandando justicia.

El trabajo de EL PAÍS no ha sentado solo en el ahora; también ha tenido un impacto en el futuro. Recientemente se entregaron informes al Vaticano y a la Conferencia Episcopal Española (CEE) con los datos recopilados, lo que llevó al Congreso de los Diputados a aprobar una iniciativa para iniciar su propia investigación. ¡Eso sí que es tener un eco en los pasillos del poder!

Reflexiones personales

A lo largo de mi vida, he creído que la práctica del periodismo debería estar guiada por un imprescindible sentido de la moralidad, honestidad y, sobre todo, la empatía. Después de haber visto la cobertura mediática de algunas de las crisis más angustiantes del mundo, a menudo he dolorido en mi piel lo impactante que puede ser contar historias. ¿Hay algo más valioso que ofrecer voz a los que han sido silenciados? Estos periodistas no solo han hecho el trabajo duro; se han puesto en la piel de las víctimas y han entendido que cada historia que cuentan es un ladrillo más en el camino hacia la justicia.

«El periodismo es el primer borrador de la historia», dicen. Bueno, en este caso, me atrevería a decir que este borrador ha sido un verdadero testamento. EL PAÍS ha logrado no solo contar historias; ha creado una instancia para la historia misma.

Lo que sigue: Un camino hacia adelante

Es emocionante imaginar hacía dónde puede llevar esto a la sociedad. Con cada víctima que se presenta, se abre una puerta para sanación, y con cada historia que ve la luz, hay un paso más hacia la rendición de cuentas. ¿Podemos aspirar a un mundo donde las instituciones sientan el peso de sus acciones?

A pesar de que muchos podrían pensar que la batalla ha sido ganada, la verdad es que solo estamos al principio de un camino que necesita ser recorrido con valentía y determinación. La lucha contra la pederastia en la Iglesia no solo recaerá sobre los periodistas; es un círculo que involucra a toda la sociedad. El hecho de que ya hay más de 3,000 víctimas que han salido de las sombras es un testimonio claro de que la verdad siempre encuentra su camino a la luz, y que el silencio ha empezado a romperse.

Pero, ¿quiénes somos nosotros para ignorar el sufrimiento ajeno? Nuestras vidas pueden estar llenas de problemas, pero siempre habrá lugar para empatizar con el dolor de otros. Al reconocer el trabajo de EL PAÍS, no solo aplaudimos su labor; también subrayamos la importancia de ser parte de una sociedad en donde las injusticias no sean barridas bajo la alfombra.

Conclusión

Así que aquí estamos, un día más, lidiando con un mundo que puede parecer sombrío. Pero, tras la entrega de estos premios y el impulso de la investigación periodística, hay una chispa de esperanza. Una esperanza que nos recuerda que no debemos rendirnos ante el silencio.

Con el compromiso y sacrificio de periodistas audaces, y la valentía de los sobrevivientes, podemos ser parte de un cambio significativo. Entonces, ¿estamos dispuestos a ser parte de esta lucha? ¿A escuchar, a preguntar, a colaborar? La respuesta siempre está en nuestras manos y, sobre todo, en nuestros corazones. Porque al final del día, el poder de la verdad es innegable, y aquellos que la buscan con tenacidad son los verdaderos héroes de nuestra historia colectiva.