Si hay algo que caracteriza a la televisión española, es la capacidad de sus programas para mantenernos enganchados, a veces por el contenido, a veces por la locura que se desata en pantalla. Y si hablamos de locuras, ‘El Hormiguero’ es el rey. No sé si alguna vez te has preguntado qué se siente al estar en directo frente a millones de espectadores. De ser así, probablemente entenderás la mezcla de adrenalina y caos que se vive en el plató. El último episodio no fue la excepción, ¡y vaya que lo notamos!

Un inicio de programa caótico y entretenido

Todo comenzó con una melodía pegajosa, el famoso tema «Summer in New York» de Sofi Tukker, sonando en el fondo mientras Pablo Motos, su inseparable compañero Jorge Ventosa y el resto del equipo se movían al ritmo de la música. En un mundo perfecto (o al menos, uno donde todos seguimos el ritmo), esto debería haber sido un inicio vibrante. Pero claro, en ‘El Hormiguero’ nada es tan sencillo.

Pablo, con su habitual energía, rápidamente se convirtió en el director de orquesta de este baile, pero algo hizo clic que lo llevó a interrumpir el espectáculo. «¡Para, para! ¡Un desastre!», exclamó, la frustración asomándose por su voz. A veces, mis amigos me dicen que soy demasiado crítico, pero creo que todos hemos estado ahí, tratando de coordinar una coreografía grupal y sólo logramos un enredo de pasos.

Dicho esto, ¿alguna vez has intentado bailar frente a una multitud y terminaste pareciendo un espagueti al dente? ¡Os juro que era más fácil cuando sólo estaban mis amigos en la sala!

El arte de la improvisación en directo

Las palabras de Pablo resonaron en el plató, y me hizo reflexionar sobre eso que todos llamamos «improvisación en directo». Imagina la escena: Motos, con su característico humor, bromea con Ventosa al decir: «Está haciendo el idiota». Y en el fondo, todo esto sucede mientras el público espera expectante frente a las pantallas, como si estuvieran presenciando el estreno de una película de Marvel.

«¿Has bebido, Pablo? ¿Has vuelto a beber?», lanzó como un dardo uno de sus compañeros. En un ambiente relajado como el de ‘El Hormiguero’, estas interacciones se sienten como parte de un guion no escrito, donde la camaradería puede brillar a través de la espontaneidad.

Imagino que en esos momentos, los pensamientos típicos de «¿Qué voy a hacer ahora?» o «¿Cómo se supone que debo reaccionar?» deben cruzar por la mente de quienes están en el centro del escenario. Pablo Motos no es ajeno a esto y, aunque lo disfrazó con humor, la alineación de sus pensamientos fue un claro llamado a la realidad del directo.

Revisar la repetición: una jugada arriesgada

Uno de los momentos más divertidos fue cuando Motos, con un aire de detective en busca de la verdad, pidió que se pusiera la repetición para aclarar quién había mantenido mejor el equilibrio durante el baile. Claro, debería haber sabido que esto no podría acabar de otra manera que no fuera en una pequeña explosión de risas.

Si creíamos que el momento iba a quedar en anécdota, Pablo mostró su deseo de demostrar que no era el único en el «gran desastre del baile». El humor del programa estaba justo en esas interacciones. ¿Acaso no todos hemos tenido que defendernos ante un grupo de amigos al tratar de mostrar que, en realidad, somos buenos en algo? Por ejemplo, cuando les dices a tus amigos que puedes cocinar algo espectacular y descubres a mitad de camino que tu habilidad se limita a calentar agua.

La llegada de las estrellas culinarias

A pesar de que la introducción se llenó de cómicas confusiones, la verdad es que el plato fuerte (y nunca mejor dicho) se destapó cuando aparecieron los invitados del día: los renombrados cocineros Martín Berasategui y David de Jorge. Su presencia siempre es un deleite tanto para los amantes del buen comer como para aquellos que simplemente disfrutan del arte culinario.

¿Los conoces? A Berasategui le suelen dar varias estrellas Michelin como quien va al supermercado a por pan. Y David, bueno, es ese amigo que siempre tiene una receta ingeniosa para cada ocasión. Como era de esperar, ambos chefs aportaron su propia chispa al programa. A veces me pregunto si les dan una estrella Michelin también por sus intervenciones en televisión. Ya sabes, lo de “un plato dos estrellas, un comentario tres”.

Consejos navideños de cocina: ¡es hora de poner manos a la obra!

Mientras estaban juntos en el plató, los chefs aprovecharon para darspiration y consejos para estas fiestas que se avecinan. La combinación de historia y humor mientras se habla de la cocina es algo que siempre he disfrutado. ¿Hay alguna otra combinación mejor que preparar una comida deliciosa mientras sueltas un par de bromas que poner a todos en el ambiente?

Una de las anécdotas más memorables fue cuando Martín, con su acento característico, mencionó que en su casa siempre hay “un par de recetas tan viejas como mis suegros”. ¿Y a quién no le ha pasado eso de heredar recetas familiares que rememoran momentos de infancia? ¡Si eso no es un vínculo emocional, qué es!

Y mientras tanto, David bromeaba diciendo que su especialidad era hacer que nadie se riera mientras intentaban preparar una sencilla ensalada. “Sí, que nadie se ría mientras cortamos cebolla”, dijo entre risas, haciendo alusión a lo fácil que parece cocinar, pero lo desafiante que puede resultar en realidad.

Un balance entre el caos y la cocina

¿Recuerdas cuando mencioné cómo algunos se sienten en el escenario? Esa misma sensación de equilibrio o, en este caso, de falta de él, es lo que se vive en muchas cocinas familiares durante Navidad. Tal vez hayas tratado de seguir una receta mientras todo a tu alrededor parece volverse una locura.

¿Es muy diferente a lo observado en ‘El Hormiguero’? No lo creo. En ambos casos, el objetivo es ofrecer un buen espectáculo, sea el de la cocina o el de la televisión en directo. Y aunque parecía que Pablo luchaba con sus pasos de baile, me pregunto si estaba en realidad entrenando para el maratón de comida navideña que muchos enfrentamos cada año.

Conclusión: el valor de la espontaneidad y la risa en la televisión

En definitiva, el episodio reciente de ‘El Hormiguero’ nos recordó que la televisión no tiene que ser perfecta; puede ser divertida, caótica y, sobre todo, auténtica. En un mundo donde los estándares suelen ser excesivamente altos, hay algo refrescante en ver a un presentador y su equipo lidiar con la imperfección. Me hizo pensar sobre las veces que mi propio sentido del humor ha sido puesto a prueba, ya sea en una cena con amigos o en mi intento de seguir un tutorial de cocina en YouTube.

Al final del día, todos llevamos un poco de la locura de Pablo Motos y sus habilidades de baile, ya sea en la vida cotidiana o en la cocina. Así que, ¿por qué no aprender a reírnos de nosotros mismos en cada paso del camino? Te invito a que, esta Navidad, cuando estés tratando de seguir una receta o simplemente disfrutando de un momento con amigos, recuerdes la importancia de la risa y de la espontaneidad. Porque, al fin y al cabo, ¡esos son los ingredientes perfectos para una fiesta memorable!

Ahora, cuéntame, ¿te ha pasado alguna vez algo similar al tratar de cocinar durante las fiestas? ¡Estoy seguro de que tienes historias muy interesantes que compartir!