En un rincón olvidado de la provincia de Soria, en España, yace un tesoro arquitectónico que está en peligro de extinción. Hablo de la iglesia de San Bartolomé en La Barbolla, un antiguo templo que, como un viejo amigo al que se le ha olvidado visitar, está siendo consumido por el tiempo y la indiferencia. Desde que escuché hablar de esta situación, no pude evitar recordar aquel viejo dicho: «Todo lo que brilla no es oro». Sin embargo, aquí el oro es el legado histórico y cultural que representa el románico, marcado por sus humildes raíces y su belleza austera.

La historia que rodea a La Barbolla no es solo una crónica arquitectónica, sino un reflejo de la despoblación que sufren muchos pueblos de España. Así que, acompáñame en este viaje en el que exploraremos la situación actual de esta iglesia, el valor del románico en Soria, y quizás también una crítica a la inacción de las instituciones que parecen más interesadas en dejar caer un pedazo de historia que en protegerlo.

La historia de un legado olvidado

El arquitecto y divulgador José María Pérez, conocido como «Peridis», expresó hace más de dos décadas su profunda preocupación por el futuro del románico rural. «Este primer románico tan pobre de materiales, tan sencillo, tan humilde, tan conmovedor, es el que corre ahora más peligro», decía con una voz que resonaba con la melancolía de la pérdida. Hoy, sus palabras resuenan con más fuerza que nunca, ya que La Barbolla se enfrenta a una realidad devastadora: hace un año, la cubierta de la iglesia de San Bartolomé se desplomó, y desde entonces, poco parece haber cambiado.

Imagina un pueblo que hace años fue vibrante, lleno de risas y vida, que hoy es un eco del pasado. ¿Qué nos dice eso de nosotros como sociedad? O mejor dicho, ¿qué dice de nuestra capacidad de cuidar y preservar nuestro patrimonio? En La Barbolla, el último habitante, Lorenzo Chico, se ha convertido en el guardián de unos escombros que son testigos de una era llena de historia. Alimenta a unos pocos gatos que han tomado residencia entre las ruinas, y que, al igual que él, parecen habitar en un mundo que se está desmoronando.

El papel de las instituciones

Si bien es cierto que la despoblación ha llevado a este triste destino, la inacción de las instituciones también juega un papel crucial. El obispado de Osma-Soria, que es el titular de este patrimonio, ha hecho poco para evitar su deterioro. Tras una reunión hace siete meses con las asociaciones que luchan por la preservación de San Bartolomé, el delegado diocesano de Patrimonio hizo una declaración ambigua que sonó más a un eco vacío que a un compromiso firme. Como Luis Carlos Pastor, portavoz del colectivo ‘Románico sin techo’, comenta: «Nadie quiere hacer nada por este patrimonio».

Espero que tú, al igual que yo, sientas un leve escozor al leer esto. ¿Cómo puede ser que un tesoro nacional reciba tan poco respeto y cuidado? La historia de La Barbolla no es simplemente una anécdota local; representa una advertencia más amplia sobre el descuido y la indiferencia que caracteriza a nuestra sociedad en relación con la cultura y el legado histórico.

El románico: un tesoro escondido

El estilo románico, a menudo considerado el hijo de la pobreza, tiene en Soria una de sus referencias más ricas y auténticas. Las iglesias de la provincia son como pedacitos de historia que nos cuentan sobre una época de repoblación y reconquista. Su belleza radica en la simplicidad, en esos muros que han soportado noblemente el paso del tiempo, aunque, irónicamente, hoy parecen estar al borde del colapso.

El legado arquitectónico de La Barbolla es un ejemplo emblemático de este «románico puro». Con sus muros de sillarejo y un ábside que, a pesar de ser frágil, todavía se mantiene en pie, este templo cuenta una historia de determinación y resistencia. Pero, ¿acaso no se merece que se le preste atención antes de que la historia se convierta en polvo?

La historia de Soria y del románico es, sin duda, un reflejo de lo que somos y de cómo valoramos (o desaprovechamos) nuestro patrimonio. ¿Por qué deberíamos preocuparnos por edificios en ruinas? Porque son testigos de nuestra historia, piezas del rompecabezas que nos forma como sociedad.

Desafíos y soluciones

Los principales desafíos son claros: la despoblación y la falta de interés institucional. Pero aquí es donde la comunidad y las asociaciones deben jugar un papel vital. Se necesitan proyectos de conservación que no sean solo «intervenciones puntuales», sino planes integrales que ayuden a revitalizar la zona. La cooperación entre las distintas provincias de Castilla y León podría ofrecer un modelo a seguir. ¿Te imaginas un plan de acción que incluya a todos los pueblos de la zona? Eso podría dejar atrás la imagen desoladora de La Barbolla y transformarla en un ejemplo de revitalización cultural.

En este sentido, el micromecenazgo propuesto por ‘Románico sin techo’ puede parecer un rayo de esperanza. Pero también resulta un poco angustiante, ¿no crees? ¿De verdad vamos a abandonar nuestro patrimonio a la buena voluntad de las donaciones? Sería como si a un médico le dijeran: «Sólo puedes operar si la gente pone dinero». ¿No debería ser responsabilidad de las instituciones cuidar de su legado?

La esperanza persiste

A pesar de todo, hay quienes aún mantienen la esperanza. Luis Carlos Pastor, un hombre que ha hecho de su vida la defensa del patrimonio, confiesa que, a veces, se siente desalentado. Pero también se aferra a la idea de que siempre hay una posibilidad de cambio. «Hasta que no se caigan los muros y no se meta una máquina, siempre hay esperanza», dice con una mezcla de tristeza y determinación.

Como en cualquier historia, hay héroes anónimos que luchan contra corriente. Sin embargo, ¿por cuánto tiempo más podrán sostener esta lucha solos? Quizás la respuesta no solo dependa de ellos, sino de todos nosotros, de nuestra capacidad para hacer ruido, para levantar la voz en defensa de lo que es nuestro: el patrimonio, la cultura, nuestra historia.

Conclusión: el legado como responsabilidad colectiva

Así que la próxima vez que pases por una iglesia en un pueblo pequeño o que leas sobre un patrimonio en peligro, pregúntate: ¿Qué puedo hacer al respecto? Tal vez empoderar a las asociaciones locales, quizás ofrecer tu tiempo como voluntario, o incluso, simplemente hablar sobre el tema.

Al fin y al cabo, el románico de Soria, y en particular La Barbolla, no es solo un tema académico; es una llamada a la conciencia colectiva sobre lo que significa ser parte de una sociedad. Si no cuidamos de nuestras raíces, ¿qué nos queda? Una huella en la arena que el viento pronto borrará. El tiempo para actuar es ahora. Queda mucho por hacer, pero ¿quién sabe? Puede que un día no muy lejano, La Barbolla no solo sea un eco del pasado, sino un símbolo de esperanza para el futuro.