Ah, el cine. Esa maravillosa creación que nos permite ver mundos que no existieron, que han sido imaginados y, a veces, contados a través de las vidas de personas ficticias. O, como en el caso de “Marco”, a través de una vida real que fue adornada con un poco más de ficción de la que la mayoría de nosotros podría creer. ¿Tú alguna vez te has preguntado qué pasa por la cabeza de un actor cuando interpreta a un mentiroso compulsivo? A continuación, te invito a explorar el universo de mentiras y verdades ocultas detrás de esta adaptación cinematográfica.

La importancia de contar historias

Desde hace mucho tiempo, el cine se ha visto como un arte basado en la narración. No es casual que muchos directores se definan como «cuentacuentos». En realidad, el director se convierte en el maestro de ceremonias que nos invita a participar en un mundo de ficción. La pregunta es: ¿qué sucede cuando la historia a contar no es tan clara? Cuando la línea entre la verdad y la ficción se borra, como en el caso del personaje interpretado por Eduard Fernández en la película “Marco”.

¿Sabías que Enric Marco, el protagonista que Fernández representa, fue el presidente de la asociación de supervivientes de Mauthausen? ¿Y que, en realidad, nunca estuvo en un campo de concentración? Sorprendente, ¿verdad? Este giro de los acontecimientos es lo que lo hace un personaje tan complejo. Esto me recuerda a un famoso dicho: «La verdad es más extraña que la ficción». Uno no querría simplemente leer los titulares de los periódicos; se necesita un poco más de profundidad.

Mentiras que se convierten en verdades

Recuerdo la primera vez que vi una película donde la verdad se convertía en un tema central. Era “El Club de la Pelea”. En aquel entonces, nunca imaginé que este tipo de narrativas podrían influir tan profundamente en nuestras vidas, haciéndonos cuestionar nuestra propia percepción de la realidad. Aquí es donde se torna interesante: la dirección de Jon Garaño y Aitor Arregi logra transportar al espectador a un lugar en el que la mentira de Marco proporciona sólidas verdades sobre el propio dolor humano y el vacío existencial que todos, en algún momento, podemos sentir.

Por cierto, ¿alguna vez te has sentido un poco como Marco? Quiero decir, no en el sentido de ser un mentiroso, sino en la búsqueda de validación en un mundo donde todos parecen tener el relato perfecto. A veces siento que el Instagrame de alguna gente es más ficción que otra cosa.

El arte de interpretar a un mentiroso

La interpretación de Eduard Fernández destaca, no solo por el cambio físico que realizó (engordó considerablemente para el papel), sino porque se adentra en la psicología del personaje. A menudo, los actores buscan una conexión emocional con sus personajes. Y aquí el actor se hace la pregunta fundamental: «¿Cómo se siente alguien que ha construido su vida sobre una mentira?»

Hoy en día, muchas personas luchan con sus propias máscaras. La nuestra puede ser simplemente una red social donde, cada día, nos convertimos en un personaje diferente. A veces, me pregunto si, al igual que Marco, estamos buscando ese ‘lugar en el mundo’ donde encajar. ¿Quién no ha tenido un momento de ego que lo empuje a hacerse el interesante? El propio Fernández tiene una frase que resuena profundamente: «Creo que todos actuamos un poco en la vida».

La búsqueda de la verdad

En una conversación reflexiva que mantuve con unos amigos, uno de ellos mencionó que en este mundo interconectado, la percepción a menudo puede ser más influyente que la realidad. No estoy seguro si estoy totalmente de acuerdo, pero me doy cuenta de que el debate es increíblemente válido. Esto se ve reflejado en la película. Marco, a pesar de haber mentido, terminó por ayudar a muchos supervivientes a contar sus historias, creando un espacio donde su voz fue escuchada. ¿Quién puede decir que eso no es en sí mismo, una forma de verdad?

La dualidad de ser el mentiroso

Podemos fácilmente ver cómo la vida de Marco era, en muchos aspectos, paralela a la de un actor. Ambos desempeñan papeles; ambos presentan una versión de sí mismos al mundo exterior. Sin embargo, el dilema es diferente. Un actor busca la verdad en cada personaje, pero sin embargo, Marco engañó a muchos a lo largo de los años. ¿Es, entonces, el actor un buen mentiroso? O, más bien, alguien que encuentra la humanidad en la mentira. A veces, esto me lleva a meditar acerca de la naturaleza de la autenticidad en nuestros días. ¿De verdad alcanzamos una autenticidad total en nuestra vida cotidiana o se ha vuelto una lucha entre la percepción y la esencia?

Esto me hace pensar en cómo se generan narrativas en el cine o en nuestras propias vidas. En la era de las redes sociales, donde los titulares son lo que cuentan, bien podríamos preguntarnos: ¿es más importante la historia o cómo la contamos?

La fragilidad de la verdad

Lo inquietante es que la noción de verdad parece estar diluyéndose. En una conversación con un amigo periodista, discutíamos sobre lo que significa ser un «narrador» en la actualidad. La verdad se ha vuelto flexible, y lo que consideramos como «realidad» en el cine puede no ser tan sólido en el mundo real. La manipulación mediática puede hacer que lo ficticio suene profundamente verídico. Tal y como dice Fernández: «Vivimos en una época donde el relato parece ser más valorado que la cuestión misma».

La referencia a la política en el cine no es casualidad. En tiempos donde los discursos están saturados de manipulaciones, el veredicto a menudo se basa en percepciones en lugar de hechos. Al final del día, el público decide qué aceptar como verdad. Y eso es lo que convierte al cine en un poderoso medium. Puede convertir una mentira en un relato que, durante unos minutos, nos hace sentir que es verdad.

El ego en la actuación

¿Sabías que una de las cosas más complicadas al ser un actor es afrontar el ego? Fernández admite que, aunque el ego está presente en todas las profesiones, para los actores esta es una lucha diaria. Lo gracioso es que a veces uno puede ver actores en sus momentos más vulnerables, y pensar, “claro, todos tienen un día malo”.

Por cierto, eso me recuerda a la última vez que me subí a un escenario (no, no para actuar, solo para hablar). Al igual que esos pequeños momentos de riesgo, los actores deben navegar esa delgada línea entre todo el autoconocimiento y la falta de confianza. Y, señoras y señores, ¡bienvenidos al espectáculo!

Reflexiones finales: más que una historia

Al final de cuentas, «Marco» es más que una simple película sobre mentiras y verdades; es una exploración de la condición humana en sus facetas más complejas. Resuena con todos nosotros en un punto u otro de nuestras vidas. A medida que avanzamos en un mundo donde la autenticidad a menudo se espera pero rara vez se alcanza, es vital recordar que, en última instancia, somos responsables de nuestras propias narrativas.

Como dice el propio Fernández en su reflexión: «Hay que saber que el que más grita no es el que más razón tiene». El arte de narrar y contar historias, ya sea a través del cine o de la vida misma, se convierte en un viaje hacia lo que consideramos verdadero.

Así que, la próxima vez que veas una película, piénsalo: ¿realmente estamos viendo una historia, o más bien estamos viendo reflexiones de nuestras propias verdades y mentiras? ¿Por qué no hacer de cada visualización una oportunidad de introspección? ¡Dale valor a cada palabra y cada imagen!

Al final, cada relato, ya sea que nos guste o no, tiene un pedazo de verdad que puede resonar de maneras que nunca imaginamos. Así que la próxima vez que te encuentres con un titulador soltando verdades, recuerda: tal vez, solo tal vez, lo que necesitas hacer es mirar más allá de la pantalla.