El 29 de octubre de 2023 quedó grabado en la memoria de muchos valencianos como un día de angustia y tragedia. En medio de una tormenta que prometía más de lo que realmente podía soportar la infraestructura de la región, el secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, estaba en un evento internacional en Cali, Colombia, mientras las aguas del barranco del Poyo comenzaban a desbordarse, llevando con ellas la seguridad y la paz de numerosos ciudadanos.

Un día fatídico: la DANA y sus consecuencias

DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) es un fenómeno meteorológico que puede causar lluvias torrenciales y, en consecuencia, puede llevar a inundaciones devastadoras. La comunidad esperó durante horas una respuesta, pero el sistema de alertas de emergencia falló, y no de manera fortuita. Los retos que enfrentó la Generalitat Valenciana esa tarde fueron imponentes, pero lo que se ha revelado desde entonces es una cadena de errores que desnudan la falta de coordinación y preparación ante una crisis.

Imagina que estás en Paiporta, disfrutando de un café con tus amigos, platicando sobre la vida cotidiana, cuando de repente el cielo se oscurece y un torrente de agua comienza a arrastrar todo a su paso. Esa escena, que parece sacada de una película de desastre, se convirtió en la realidad para muchas personas ese día. ¿Te imaginas la desesperación y el pánico de recibir un aviso de alerta cuatro horas después de que comience el caos?

La llamada de Morán: una alerta tardía

La llamada de Hugo Morán a la consejera de Interior de la Comunidad Valenciana, Salomé Pradas, se produjo a las 20:00 horas, solo después de recibir informes preocupantes desde el terreno. Según las fuentes, la conversación no fue simplementa un «te llamo para ver cómo estás», sino más bien una advertencia que casi llegó demasiado tarde. Una de esas frases que podríamos escuchar en una película de acción: «hay un riesgo de que la presa de Forata no aguante». Esta frase, aunque alarmante, llegó justo cuando muchos ya estaban atrapados en el agua.

Es irónico pensar que mientras los funcionarios de alto nivel se comunicaban desde la distancia, la gente de a pie estaba lidiando con las consecuencias de la falta de información. ¿Realmente se puede esperar que una alerta crítica dependa de una llamada telefónica de última hora?

La elaboración de la alerta

La Generalitat intentó justificar la tardanza en el envío del mensaje de emergencia, asegurando que fue la llamada de Morán la que desencadenó el aviso. Este se envió a las 20:11 horas, justo cuando el agua ya había comenzado a hacer estragos en localidades como Benetússer y Catarroja.

Y aquí viene la gran pregunta: ¿por qué esperar tanto para actuar? Si el agua empezaba a desbordarse a las 17:00 horas, ¿por qué no se había activado ningún tipo de protocolo de emergencia que permitiera actuar antes? Tiene sentido que en esos momentos críticos nadie quiere tomar decisiones definitivas, pero la vida de las personas debería estar en primer plano. Al final del día, la prevención es la mejor estrategia, y eso parece haber sido olvidado en esta ocasión.

Faltas de comunicación: el papel de la Confederación Hidrográfica del Júcar

La Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) desempeñó un papel vital, aunque no de la manera que se esperaba. Según las fuentes, la última actualización sobre el caudal del barranco del Poyo fue enviada a las 16:13 horas, cuando el agua que corría era apenas 28,7 metros cúbicos por segundo. La siguiente actualización llegaría solo después de que la situación se hubiera vuelto caótica, a las 18:43 horas, mostrando un caudal de 1,686 metros cúbicos por segundo. ¿El responsable? La CHJ asegura que estaba en plena participación en el CECOPI, el Centro de Coordinación Operativo Integrado, pero la información más crucial se perdió en el camino.

En la vida, los pequeños detalles pueden cambiarlo todo. ¿Te imaginas si ese último correo con información relevante se hubiera enviado a tiempo? A veces, la burocracia se convierte en un monstruo de mil cabezas que consume recursos y tiempo, y esta es precisamente una de esas ocasiones.

La responsabilidad compartida

Desde el Gobierno de Valencia, la gestión de la emergencia fue otorgada a la Junta de la Generalitat. Sin embargo, el intercambio de culpas ha comenzado a florecer. Mientras que la Generalitat insistía en que la responsabilidad recae en todos los miembros del CECOPI, el Gobierno central reiteraba que el mando está en manos de la Generalitat. Esto no es más que un juego de “tú la llevas” y al final, la única persona que se queda jugando es el ciudadano que necesita respuestas.

Carlos Mazón, actual presidente valenciano, no perdió la oportunidad de alzar la voz pidiendo una revisión de los protocolos de alerta. ¡Vaya manera de pedir un cambio después de que el agua ya ha inundado las calles y la tragedia se ha desatado!

¿Qué hemos aprendido?

Los días posteriores a la DANA fueron marcados por la reflexión. Las comunidades y gobiernos locales han tenido que sentarse y analizar su enfoque ante las crisis. Como alguien que ha pasado momentos duros tras un desastre, puedo decir que a menudo se aprende más sobre lo que no se debe hacer. Seguro que muchos de nosotros hemos tenido que lidiar con situaciones similares, donde la previsibilidad parece tan lejana.

Puede que no esté claro cómo prevenir la próxima tormenta, pero aquí hay algunas cosas que deben hacerse:

  1. Fortalecer los protocolos de comunicación: La información precisa y en tiempo real puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Es fundamental que todos los organismos responsables estén perfectamente alineados.

  2. Entrenar al personal en la gestión de crisis: Los simulacros y entrenamientos regulares pueden ayudar a preparar a los equipos para responder adecuadamente en situaciones de emergencia.

  3. Fomentar sistemas de alerta más eficientes: La tecnología puede ser aliada en la emergencia. Sistemas como ES-Alert son vitales, pero es necesario que se implementen adecuadamente y con protocolos establecidos.

Conclusión: un paso hacia adelante

El camino hacia la recuperación tras la DANA no sólo implica limpiar las calles y ayudar a quienes han sufrido. También es una oportunidad para hacer un examen de conciencia y preguntarnos, ¿qué estamos haciendo mal? La contabilidad pública no sólo debe enfocarse en los números, sino en la vida humana a la que esos números representan.

La siguiente vez que escuchemos de una alerta de emergencia, seamos más críticos. ¿Se está haciendo lo correcto? La sintonia entre el gobierno central y las comunidades locales es vital para que estas tragedias no se repitan. En última instancia, la vida de las personas que habitan nuestra sociedad está en juego.

Así que, en lugar de mirar hacia atrás con tristeza, enfoquémonos en el futuro con determinación: ¿estamos listos para actuar? La buena comunicación y la preparación son claves, y en Valencia, la necesidad de un cambio nunca ha sido más evidente.