El arte ha sido, desde tiempos inmemoriales, un espejo que refleja nuestra existencia, nuestras emociones y, en ocasiones, nuestras contradicciones más profundas. ¿Alguna vez has contemplado una pintura y te has sentido como si el mundo a tu alrededor se detuviera, mientras una oleada de emociones inunda tu ser? Esa experiencia, tan íntima y personal, es precisamente lo que busca explorar la magnífica exposición ‘En el aire conmovido’, organizada por el Museo Reina Sofía y el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB). La muestra, que estará disponible hasta el 17 de marzo de 2025, retoma un verso del famoso poema de Federico García Lorca: Romance de la luna, donde un niño contempla la luna y, al hacerlo, se conecta con un universo de emociones, recuerdos y deseos.

Un viaje emocional a través del arte

La exposición se presenta como un ensayo del filósofo y comisario Georges Didi-Huberman que nos invita a reflexionar sobre la relación entre imágenes y emociones. Con casi 300 obras de 140 artistas, la muestra se convierte en un verdadero viaje emocional que invita a los visitantes a cuestionar no solo cómo ven el arte, sino también cómo ese arte puede transformar su percepción del mundo. ¿Te imaginas caminando entre obras de Goya, Dalí, Picasso y muchos más, mientras intentas entender cómo cada una de ellas toca una fibra en tu interior? Es una experiencia que puede resultar tan conmovedora como desconcertante.

«Las emociones tienen una relación con el inconsciente»

Didi-Huberman señala en la exposición que “una imagen puede transformar tu vida pero no lo sabes.” Esta afirmación me llevó a una anécdota personal: recuerdo la primera vez que visité un museo de arte contemporáneo y quedé atrapado por una instalación que, aparentemente, no tenía sentido. Sin embargo, al salir, sentí que algo había cambiado en mí. Esa es la magia del arte: puede tocarnos en un nivel que ni siquiera sabíamos que existía.

Para Didi-Huberman, el arte se transforma en un activador de la revolución individual y colectiva. Durante la exposición, se exploran conceptos como emancipación y transformación a través de diferentes categorías, entre las que se incluyen “infancia”, “pensamientos” y “gestos”. Cada capítulo está diseñado para incitar una reflexión profunda sobre cómo las emociones nos afectan, tanto a nivel individual como grupal.

El papel de la infancia en nuestra percepción emocional

La primera y última parte de la exposición está dedicada a la infancia. No es casualidad, ya que los niños son los grandes exploradores de emociones puras y auténticas. Abre la muestra una secuencia de la película La colmena de Víctor Erice, que retrata a una joven Ana Torrent mientras juega, mostrando la curiosidad que caracteriza a la niñez. Esta curiosidad es vital para la observación artística: ¿acaso no vemos las cosas de forma diferente cuando miramos desde los ojos de un niño?

La conexión entre la infancia y la experiencia emocional se extiende a las obras expuestas. Robert Capa, por ejemplo, captura momentos de la vida cotidiana en un Vallecas bombardeado, permitiendo que el espectador confronta la dureza de la realidad a través de la mirada inocente de un niño. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿cómo impactan las experiencias de la infancia en nuestra forma de entender el arte? Personalmente, creo que cada uno de nosotros lleva consigo las impresiones de nuestra niñez en cada interacción con el arte y la cultura.

La importancia de mirar con ojos de niño

Didi-Huberman reitera la idea de mirar “con ojos de niño y pedir la luna”. Esa mirada fresca y abierta no solo es necesaria en los museos; es un enfoque que puede aplicarse en todas las áreas de nuestra vida. Cuando miramos con esa inocencia, podemos reinterpretar el mundo y dar espacio a nuevas emociones. ¿Quién no ha sentido alguna vez que una pintura le susurra secretos que nunca antes había considerado?

La lucha por comprender nuestras emociones

Pasando al segundo capítulo, titulado “Pensamientos”, uno se encuentra con un diálogo fascinante entre las teorías de Charles Darwin sobre las emociones y obras de pensadores como Descartes y Kant. Aquí se ponen sobre la mesa preguntas intrigantes: ¿cómo se relacionan nuestras emociones con la razón? ¿Estamos a merced de nuestros sentimientos o podemos aprender a manejarlos? Este apartado invita a los visitantes a reflexionar sobre cómo las diversas interpretaciones de las emociones a lo largo de la historia han influido en nuestra comprensión del arte.

En esta sección, es fácil encontrar una conexión entre el arte y la psicología. Recuerdo una charla que asistí en la universidad, donde un profesor comparó el proceso creativo con el autoanálisis: es una forma de desenterrar nuestros deseos e inquietudes. La exposición da un paso más allá, sugiriendo que, al explorar el arte, también desenterramos partes de nosotros mismos que estaban ocultas.

La expresión del rostro y el lenguaje corporal

El tercer capítulo, “Rostros”, presenta un enfoque más concreto sobre cómo nuestras emociones se reflejan en gestos y expresiones. ¿Alguna vez has conectado con alguien simplemente mediante una sonrisa o una mueca? Esa capacidad de la expresión humana para comunicar lo que a veces las palabras no pueden es poderosa. En esta sección, se encuentran piezas de Alberto Giacometti y Julio González que visualizan la diversidad de nuestras expresiones.

La conclusión inevitable es que somos un libro abierto de emociones y, en cierta medida, una obra de arte en sí mismos. A menudo reflexiono sobre cómo la filosofía y el arte se entrelazan en nuestro día a día. Vivir es un poco como ser parte de una obra de teatro, donde cada gesto, cada mirada, cuenta una historia. ¿No es increíble pensar que un simple gesto puede ser la chispa que desencadene un cambio emocional?

Espacios y emociones: ¿Qué nos transmiten los lugares?

El capítulo dedicado a los “Sitios” es quizás uno de los más abstractos, pero no menos interesantes. La idea de que los espacios pueden estar impregnados de emociones y deseos resuena profundamente. He leído sobre cómo ciertos lugares pueden evocar nostalgia. ¿No te ha pasado visitar una vieja casa y sentirte abrumado por recuerdos olvidados? Didi-Huberman lo resume bien al señalar que los lugares pueden ser alterados por el elemento trágico de la emoción humana.

La exposición presenta obras de artistas como Miró y Lucio, y cada una de ellas invita a los espectadores a sentir algo al respecto. En verdad, los lugares son fieles reflejos de nuestra historia colectiva, y cada rincón que habitamos guarda algo de cada uno de nosotros.

La política de las emociones

En la sección “Políticas”, la conexión entre emociones e imágenes se vuelve aún más crítica. Goya y sus desgarradores grabados de la guerra son un llamado a revisar cómo las imágenes pueden suscitar movimientos sociales. Es innegable que una imagen bien planteada puede ser más poderosa que mil palabras. Como espectador, me resulta apasionante y, a veces, inquietante, pensar en el potencial que tenemos para generar cambio a través de nuestra respuesta emocional a lo visual.

La exposición incluye documentales como La rabia de Pier Paolo Passolini, que muestra emociones desgarradoras. Al ver el luto de las mujeres por los mineros asesinados en una explosión y la grave situación de la guerra, es difícil no sentir que el arte no solo es un reflejo, sino un fuerte motor de cambio social. Es un recordatorio de que nuestras emociones no están aisladas, sino interconectadas con el mundo que nos rodea.

El impacto de las infancias en un contexto global

Finalmente, la exposición vuelve a sus raíces infantiles en la última sala, pero de un modo más visceral y crudo. Aquí se presentan dibujos de niños sobrevivientes de Hiroshima y otros niños refugiados sirios, destacando el impacto de la guerra en su percepción del mundo. ¡La inocencia está marcada por la experiencia! Al observar estos dibujos, es inevitable que se nos encierre una sensación de tristeza y desesperanza. Sin embargo, también es un recordatorio de la resiliencia inherente en la niñez.

Las lágrimas de un niño que ha visto demasiado flechan directamente al corazón. ¿Es posible que en esas representaciones cargadas de dolor también haya una forma de esperanza? Didi-Huberman sugiere que, al igual que en el Romance de la luna de García Lorca, los niños que observan y procesan estas imágenes son, de alguna manera, los portadores de un poder transformador.

Reflexiones finales sobre la exposición ‘En el aire conmovido’

Así que, ¿qué nos enseña esta impresionante exposición en el Museo Reina Sofía? Nos recuerda que el arte es más que solo estética. Es un vehículo para explorar nuestras emociones, nuestras memorias y nuestras experiencias colectivas. Como espectadores, estamos invitados a preguntar, a dudar y, sobre todo, a sentir. El viaje emocional que propone ‘En el aire conmovido’ es un llamado a abrir nuestros ojos y corazones, a mirar el mundo con curiosidad infantil y a dejar que las imágenes transformen nuestras vidas.

Puedes encontrar más información sobre esta emocionante exposición en el sitio web del Museo Reina Sofía. Te animo a que te sumes a esta experiencia y descubras cómo el arte puede tocar tu vida de una manera que nunca habías imaginado. Después de todo, como bien dice Didi-Huberman, la luna espera que la mires.


Espero que este artículo te haya proporcionado una visión más profunda sobre la exposición y la temática de la conexión emocional con el arte. ¡Atrévete a explorar y a dejarte conmovido!