La política en España, al igual que en muchas partes del mundo, parece estar atravesando un momento de crisis existencial. Si alguna vez te has sentado a ver un debate político y has sentido que has sido transportado a un universo alternativo, no estás solo. El periodista estadounidense Matthew Yglesias expuso en su blog Slow Boring la teoría del «realineamiento excéntrico» (o crank realignment, como le llaman en inglés), que describe cómo los partidos políticos, especialmente los conservadores, han abrazado teorías conspirativas y populistas. ¡Y vaya que esta tendencia parece estar tocando la puerta de España!
La teoría del realineamiento excéntrico: ¿Qué es y cómo nos afecta?
Imagina que eres un pez en un estanque donde todos los otros peces han decidido que quieren ser loros. Te ves rodeado de aves hablando sobre la última conspiración de cómo los humanos están tratando de robar su agua. Suena ridículo, ¿verdad? Pero este es el mundo político que Yglesias describe. En lugar de una discusión saludable sobre políticas y realidades, los partidos han optado por caminos llenos de delirios y chiflados.
La metamorfosis del PP: ¿de moderados a conspiranoicos?
En este contexto, no podemos evitar mirar al Partido Popular (PP) y su líder, Alberto Núñez Feijóo. Feijóo se presentó como el renovador, el moderado que iba a traer de vuelta la sensatez a la política española. Pero en las últimas semanas, su comportamiento ha revelado mucho más de lo que muchos esperaban. En lugar de políticas bien fundamentadas, ha optado por un discurso lleno de ¿conspiraciones? A medida que recorre el país prometiendo lo que previamente había rechazado, uno no puede evitar preguntarse: ¿realmente pretende ser el presidente, o solo está jugando a serlo?
Es casi como si Feijóo hubiera encontrado un atuendo discreto para convertirse en un «presidente en la sombra», siguiendo el ejemplo de Carles Puigdemont. Tal vez no se haya dado cuenta de que algunos trajes están mejor en el armario que al frente de un debate nacional.
El ascenso de la paranoia política
Lo inquietante de esta situación es la rapidez con que han percolado las teorías conspirativas en la mente de los ciudadanos. La última encuesta del CIS revela que la inmigración es vista como el principal problema por los españoles. Uno no puede evitar preguntarse, ¿es realmente la inmigración la principal preocupación, o es que todos estamos tan mal acostumbrados que buscamos un chivo expiatorio?
Y no solo se trata de la inmigración. La obsesión por Venezuela y la figura de Edmundo González ha creado una especie de piñata política a la que todos quieren lanzar golpes. Mientras tanto, los problemas reales, como la vivienda, los bajos salarios, y la educación, quedan olvidados en una esquina polvorienta de la sala de estar política.
El espectáculo del esperpento
A medida que el clima político se intensifica, se ha vuelto viral la “conversación” entre Borja Sémper y Gabriel Rufián. Y mientras esto se convierte en un tema de estado, uno tiene que preguntarse: ¿estamos discutiendo política o simplemente entreteniéndonos con un espectáculo de talentos? ¡Espera, no chilles aún! Porque, a pesar de toda esta locura, aquí hay algo que necesitamos recordar: el debate político no debería ser un espectáculo de entretenimiento.
La cuestión es, ¿dónde está la competencia? ¿Dónde están las ideas sensatas que puedan hacerse eco entre la población? Feijóo parece estar tomando el camino de la política del miedo y la desconfianza, buscando atraer votos a través del enfrentamiento y no de la unidad.
¿Y la izquierda?
Aunque parece que el sector derecho ha sido el más afectado por el realineamiento excéntrico, la izquierda no está libre de culpa. A menudo encontramos que la lógica detrás de nuestros oponentes se despliega como un relato de conspiración en lugar de una crítica racional. Isabel Díaz Ayuso, figura polarizadora en la política, se ha convertido en el blanco fácil de todas las críticas de izquierda, muchas de las cuales se manifiestan como ataques personales más que análisis constructivos.
Por supuesto, es natural sentirse frustrado y querer desacreditar a quienes parecen errar el camino. Pero ¿no deberíamos recordar que todos tenemos algo que aportar? La negativa a reconocer que podrían existir puntos de vista comunes en cuestiones importantes solo perpetúa la desconfianza y el desinterés. ¿No sería más productivo buscar soluciones juntos en lugar de encasillarnos en un «nosotros contra ellos»?
Una esperanza en medio de tantos delírios
Cuando leemos a Yglesias, parece que está dispuesto a abrir un poco el camino hacia la sensatez. Sueña con un futuro donde las discusiones políticas se realicen entre personas inteligentes y bien informadas. Imaginen un escenario en el que los debates no giran en torno a teorías de conspiración, sino a soluciones concretas para problemas reales. Es un sueño, pero ¿por qué no aspirar?
Al final, la política debería ser un espacio para la honestidad, el debate y la búsqueda de soluciones. Sin embargo, con tanto ruido de fondo en forma de conspiraciones y populismo, parece que estamos más cerca de un circo que de un salón de debates.
Reflexionando sobre nuestro papel
Como ciudadanos, tenemos un papel que desempeñar en todo esto. ¿Qué podemos hacer nosotros para revertir esta tendencia? La respuesta puede ser simple: Educarnos. ¿Cuántas veces te has encontrado hablando de política con amigos y familiares y has despotricado sobre la última teoría del complot? Quizás, en lugar de eso, podríamos discutir sobre los derechos humanos, la vivienda o la educación. Imagina que en lugar de despotricar, comenzáramos a hacer preguntas.
¿Qué tal si empezamos a preguntar sobre las políticas de vivienda en vez de hablar sobre lo que hace un líder de izquierda o derecha? Al final, el verdadero cambio comienza por la base y se eleva hacia lo más alto.
Conclusiones finales
Las ideas de Yglesias sobre el realineamiento excéntrico son profundamente reveladoras y alarmantes. España, como muchas democracias en el mundo, se enfrenta a la tentación de sucumbir a las teorías de conspiración y a la desinformación. La política debería ser una plataforma para la renovación, el debate y el cambio real, y no un espectáculo donde todos lanzan dardos y gritan.
Así que, frente a un estilo político que a menudo parece un teatro del absurdo, quizás sea hora de que levantemos la voz y exijamos un debate más civilizado y constructivo. Y aunque el camino es largo y está lleno de obstáculos, cada pequeño paso cuenta. ¿Estás listo para dar el primero?