Hoy quiero hablarles de algo que está en el aire, algo que, honestamente, se siente como si un hipopótamo estuviera haciendo surf en una tabla frágil. La reciente visita de los reyes y autoridades a Paiporta ha revelado más de lo que parece. Mirando hacia atrás, no puedo evitar recordar una anécdota de mis días de universidad. Recuerdo el verano de mi primer año, cuando asistí a un festival de música. Había una chispa en el ambiente, las expectativas eran altas, y de repente, una tormenta azotó el lugar. Lo que era una fiesta se convirtió en una lucha por sobrevivir entre las carpas voladoras y las guitarras empapadas. Al final, la música se apagó, la gente se dispersó, y jamás volví a ver a mi amigo con quien hice esa famosa promesa: “¡Vamos a ir a todos los festivales de verano!”. Esa sensación de incertidumbre me ha parecido similar a lo que se respira actualmente en nuestra sociedad.
A medida que el agua sube, el peligro acecha. Lo que ocurrió en Valencia y luego en Paiporta es solo el síntoma visible de una crisis de confianza que se ha estado gestando a fuego lento. Pero, ¿qué significa realmente esto? ¿Y cómo ha llegado a este punto? Permíteme llevarte a través de este recorrido, como un guía en una excursión por un jardín enmarañado de ideas y emociones.
La desconfianza hacia las instituciones: un fenómeno creciente
Desde hace al menos 15 años, hemos sido testigos de un fenómeno curioso. La desconfianza hacia las instituciones parece ser el nuevo deporte nacional. Si tuviera que usar un eslogan para describirlo, sería algo como: “Desconfía y disfrutarás”. Esto no solo se aplica a las políticas, sino que se extiende a la ciencia, a los expertos, e incluso a la pizza del restaurante de la esquina. ¿Cuántas veces has escuchado a alguien decir que “los estudios están amañados”? Pues bien, una gran parte de la sociedad ahora siente que todo lo que proviene “de arriba” es sospechoso.
Pero, ¿qué es lo que lleva a esta atmósfera enrarecida? En un contexto donde el mantra de “sólo el pueblo salva al pueblo” resuena más fuerte que nunca, nos enfrentamos a una crisis de representación. Ocho de cada diez votantes están de acuerdo en que “los políticos son iguales”. ¡Ocho de cada diez! Eso suena como si tuvieras un grupo de amigos y, de repente, todos deciden que jugar a las cartas es aburrido porque siempre gana el mismo. No podemos continuar jugando así.
Además, el sistema político español aún siente las secuelas de la crisis económica de 2008. La falta de reforma ha hecho que muchos sientan que la política es una especie de juego de monopolio sin fin. Y ahí estamos, intentando avanzar con un pie en la cárcel, mientras los demás recogen propiedades uno a uno. ¡Ela!, ¿por qué no se resuelve este embrollo?
El papel de las redes sociales: ¿amigas o enemigas?
Las redes sociales pueden ser tanto un refugio como un campo de batalla. En este escenario, la información puede ser manipulada más rápidamente que un truco de magia. ¡Presto! Ahora tienes un nuevo “hecho” que desafía toda lógica. Esto alimenta la polarización y la desconfianza, creando un ciclo vicioso. ¿Alguna vez te has preguntado cuántas “noticias” escuchas a diario que, al final, resultan ser más ficción que realidad?
Hoy en día, existe una alternancia peligrosa entre la posverdad y la verdad. Para muchos, lo que realmente importa no es la veracidad de la información, sino su resonancia. La gente busca lo que quiere oír y no la verdad. Eso nos lleva a un aislamiento cognitivo que se siente como intentar resolver un cubo Rubik sin mirar. La pregunta del millón es: ¿hay salida a esta situación?
La Ola de la Violencia: Un tema a evitar o a confrontar
La violencia en el discurso público ha aumentado, y eso es una de esas cosas que nunca termina bien. Las encuestas indican que muchos jóvenes consideran legítimo ejercer violencia contra “los políticos”. Y aquí es donde la historia da un giro escalofriante. Imagina que un día decides que está bien patear a alguien simplemente porque no te gusta cómo viste. Eso no es solo exagerado, es un comportamiento peligroso.
En Paiporta, vimos cómo la ira y la frustración se transformaron de actos simbólicos a intentos de violencia real. Eso es aterrador. Es como si un niño en un parque decidiera escupir en la cara de su amigo porque no le gustó la forma en que jugó. No hay nada inspirador en eso. Lo que se está gestando no es solo un evento puntual; es un aviso de que la ola viene.
El miedo: el verdadero monstruo debajo de la cama
El miedo es otro de esos demonios que ha estado dándonos guerra desde que nuestros ancestros comenzaron a contar historias alrededor de una fogata. Ese miedo antiguo ha mutado y se ha adaptado a los tiempos modernos. Ahora nos tememos al futuro, a lo ecológico, a lo que no entendemos. ¿Te has sentido alguna vez como si estuvieras en otro planeta cuando escuchas las noticias? Ese miedo es el verdadero tirano.
La búsqueda de un enemigo en este contexto es, en algunos casos, casi innecesaria. La desconfianza hacia los demás se incrementa a medida que el miedo se apodera de nosotros. “¿Cuál es tu intención?”, “¿Qué quieres realmente de mí?” son preguntas que surgen en nuestra mente a diario. Este miedo colectivo puede llevar a que nos unamos como comunidad o, en el peor de los casos, a que nos volvamos más aislados.
Las soluciones están en nuestras manos
Pero, aún en situaciones sombrías, siempre hay un rayo de esperanza. El verdadero cambio comienza en la base. Es fundamental fomentar un espíritu de diálogo, en el cual las voces sean escuchadas, no ahogadas por la retórica violenta. Los cambios legislativos son necesarios, pero más que eso, debemos reconstruir el tejido social que ha sido desgastado por años de desconfianza y miedo.
Aquí es donde entra nuestro papel como ciudadanos. La próxima vez que escuches una conversación cargada de antipatía o ira, ¿te atreverás a ser el que diga: “Espere, ¿por qué no intentamos verlo de otra manera?” Cada uno de nosotros tiene la capacidad de ser un catalizador para el cambio. Seamos honestos, nadie quiere ser el tipo que se queda parado, mirando el naufragio desde la playa.
Conclusión: ¿hacia dónde vamos?
El futuro es incierto, pero no necesariamente oscuro. Las riadas, aunque aterradoras, también pueden lavar lo que ya no nos sirve. El desafío ahora es desbrozar todos esos elementos acumulativos que hemos permitido que se conviertan en una maleza densa. Necesitamos dejar atrás la desconfianza y el miedo. La política, al fin y al cabo, es un reflejo de la sociedad en la que vivimos.
Así que, ¿qué haremos? Es hora de actuar y empezar a construir puentes, no muros. La política puede regenerarse, pero depende de todos nosotros.
Recuerda que, al final del día, aunque quizás no tengamos todas las respuestas, siempre podemos contar con la capacidad de preguntarnos lo esencial. Y, tras eso, actuar para cultivar un lugar donde la confianza pueda florecer, una conversación a la vez. Así que, ¿listo para empezar esta aventura?