China, un país que ha recorrido un camino impresionante en su desarrollo económico, es a la vez un faro de progreso y un enigma para el mundo. Xi Jinping, el presidente chino, ha declarado que China ha abrazado activamente al mundo mientras busca su propio desarrollo. Pero, a medida que el país se erige como una superpotencia, se plantea la pregunta crucial: ¿debería asumir mayores responsabilidades en el ámbito global, especialmente en lo que respecta al cambio climático?
Xi Jinping y su visión para el 2024
Comencemos con un pequeño vistazo a las festividades del nuevo año lunar que se avecina. Imagine la euforia y la esperanza que sienten los ciudadanos chinos al recibir su nuevo año bajo la dirección de Xi Jinping. Sin embargo, hay un matiz aquí: el presidente afirmó que China no solo debe desarrollar sus propios recursos, sino también contribuir a los esfuerzos globales. ¡Vaya responsabilidad! Pero en cuanto miramos más de cerca, se hace evidente que esta visión puede tener más tinta de propaganda que de realidad.
Entonces, ¿China es realmente un país desarrollado o todavía se mantiene en un estado de crecimiento? Aunque las cifras son impresionantes, la realidad es que el ingreso per cápita sigue estando por debajo de muchos países occidentales. La pregunta queda en el aire: si tiene las habilidades y recursos para considerarse una superpotencia, ¿no debería también cumplir con sus obligaciones fiscales en el ámbito ambiental?
Un dilema financiero global
La Unión Europea está lista para presentar un borrador que señala incompatibilidades con la implicación de China en los foros internacionales. La UE ha expresado su deseo de ver a China asumir responsabilidades financieras en la lucha contra el calentamiento global, dado que el país es ahora el segundo emisor más grande de gases de efecto invernadero del mundo. La ironía es palpable, ¿no? Un país que presume de su crecimiento y progreso se enfrenta a la doble moral de ser también el mayor contaminador global.
La cuota de $100,000 millones
Y aquí es donde entramos en otro marinero en la tormenta: el compromiso de $100,000 millones de financiación climática. Esta cantidad es la que se espera que los países desarrollados donen anualmente para ayudar a los países en vías de desarrollo a enfrentar el cambio climático. Pero increíblemente, algunos aún llaman «créditos» a estos fondos, lo que plantea la pregunta: ¿es esto realmente una ayuda? O tal vez, solo una forma elegante de hacer negocios.
La OCDE ha confirmado recientemente que los estados desarrollados no solo han cumplido con su compromiso, sino que incluso han superado la meta en 2022. Sin embargo, el truco aquí es que muchas de estas aportaciones son simplemente viejas contribuciones «reetiquetadas», lo cual no es exactamente la misma cosa. Atribuirse el mérito de una acción sin un cambio real es como aplaudir el buen uso de los colores en una pintura mal hecha.
China en el rankeo mundial
Aprovechemos esta oportunidad para mirar más de cerca a las cifras del gigante asiático. Según la ONU, China emitió el 27% del dióxido de carbono global en 2021, lo que equivale a una cantidad tan grande que deberían ponerle nombre propio. Sin embargo, detengámonos un momento y analicemos esto per cápita: aunque China es el mayor contaminador a nivel global, por habitante ocupa la tercera posición detrás de países como Estados Unidos y Rusia.
Esto deja un vacío en la conversación. Por un lado, tenemos a un país que ha escalado posiciones en el ámbito económico con rapidez, pero que, al mismo tiempo, lucha con el delicado equilibrio de sus contribuciones ambientales. Como dice el analista Jiang Shixue, China todavía enfrenta muchos desafíos, y hasta no resolverlos, no se puede considerarla una economía completamente desarrollada. Entonces, ¿qué hacemos con este rompecabezas?
El dilema ético del cambio climático
Cuando llega a la mesa de negociaciones la responsabilidad histórica de la contaminación, el tema se vuelve aún más espinoso. Muchos países aún sostienen que los mayores contaminadores del pasado, como EEUU y Rusia, deben asumir la carga financiera del cambio climático. Este argumento tiene sus raíces, y muchos en el sur global no tienen reparos en señalarlo. En una curiosa analogía, un negociador representando al G-77 (un grupo que incluye a países como Kenia y Bolivia) expresó de manera contundente que es «como pegarle fuego a un edificio y vender extintores fuera». ¡Brillantemente elocuente, diría yo!
China, país en desarrollo o no
El dilema que enfrenta China no es solo económico, sino también identidad. El gobierno chino, que desea continuar considerándose un país en desarrollo, argumenta que ha hecho esfuerzos significativos en el ámbito ambiental. Según una funcionaria de China, gracias a su enfoque en las energías limpias, se han reducido aproximadamente 3,250 millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono en 2023.
Sin embargo, como bien señala Occidente, reconocer el progreso personal no debe eximir a un país de sus responsabilidades mundiales. Lo que caracteriza al verdadero compromiso global es la voluntad de asumir las consecuencias de las acciones, y en este momento, hay una presión creciente sobre Pekín para que llene este vacío de responsabilidad.
Reflexión final
Así que aquí estamos, en un mundo donde todo está relacionado y donde las cuestiones ambientales no solo son éticas, sino económicas. Cada año, en conferencias como la COP29, la discusión sobre cómo los países deberían contribuir a modificar su comportamiento y asumir sus responsabilidades va en aumento.
Al final del día, nadie quiere mirar a la gente en sus ojos cuando les está vendiendo el maldito extintor. Entonces, el llamado a la acción está ahí, esperando que China y sus diferentes facciones lo escuchen. El futuro se verá diferente dependiendo de cómo el país elija relacionarse con sus problemas climáticos y cómo se posiciona en el mundo.
Así que, la próxima vez que escuchemos a Xi Jinping hablar sobre las responsabilidades globales, recordemos: la historia no solo se trata de quién es el más poderoso, sino de quién está dispuesto a hacer las contribuciones necesarias para un futuro más brillante y más limpio. Y si se tiene que rizar el rizo para que eso suceda, pues, ¡que así sea!