En un mundo que parece girar a toda velocidad en torno a la tecnología, la historia de Suecia nos recuerda que a veces, es necesario mirar hacia atrás antes de avanzar. La nación escandinava ha decidido dar marcha atrás en su enfoque digital en la educación, y esto nos plantea una serie de preguntas sobre el uso de la tecnología en nuestras aulas. ¿Estamos realmente obteniendo los beneficios esperados? ¿Es posible que hayamos sobrevalorado la digitalización en nuestro afán por innovar? Acompáñame en este análisis sobre el regreso a los libros de texto y las lecciones que podemos extraer de la experiencia sueca.
La digitalización sueca: un camino lleno de promesas
Cuando Suecia comenzó su viaje hacia la digitalización educativa, muchos aplaudieron la iniciativa. La creencia generalizada era que la tecnología podría facilitar el aprendizaje, hacer que los alumnos sean más productivos y preparar a los estudiantes para un futuro cada vez más digital. Pero, como dicen, «las promesas son fáciles, lo complicado es cumplirlas».
Recordando mis primeros días en la universidad, me acuerdo de lo fascinante que era tener acceso a información a un clic de distancia. Pero, por otro lado, también recuerdo las distracciones que venían con ello. Lamentablemente, no puedo contar cuántas veces me perdí en un mar de videos de gatos en YouTube en lugar de concentrarme en un artículo académico. ¿Les suena familiar?
El entusiasmo inicial por la digitalización educativa se ha ido desvaneciendo poco a poco. En mayo de 2023, la ministra de educación sueca, Lotta Edholm, decidió dar un giro radical a esta estrategia. De repente, las pantallas, que alguna vez se consideraron la solución milagrosa, comenzaron a ser objeto de escrutinio.
El alto costo de la digitalización fallida
Si bien la idea de desdigitizar el sistema educativo es, en cierto modo, un soplo de aire fresco después del enfoque desenfrenado hacia la tecnología, también plantea preguntas sobre el costo de esta reversión. Para implementar este cambio, el Gobierno sueco ha destinado 1.685 millones de coronas suecas (aproximadamente 150 millones de euros) para regresar a libros de texto y a métodos más tradicionales. Suena como el clásico «quien mucho abarca, poco aprieta», ¿no?
Lo que me sorprende es la rapidez con la que esta decisión se tomó. El gasto se distribuirá en tres años, y este despliegue de inversión viene acompañado de la esperanza de redirigir el rumbo educativo del país. Sin embargo, una parte de mí no puede evitar pensar en las miles de horas que estudiantes y docentes han invertido en aprender a usar las herramientas digitales que ahora están empezando a desaparecer. Y ahí es donde entra el dilema: ¿Es realmente la digitalización el problema, o la forma en que la implementamos?
La caída en la comprensión lectora: ¿un síntoma del uso excesivo de pantallas?
Un argumento clave en contra de la digitalización en la educación sueca ha sido el deterioro de la comprensión lectora. Según el Estudio Internacional de Progreso en Comprensión Lectora (PIRLS), los resultados de los estudiantes suecos han mostrado una tendencia a la baja. Y aquí viene el dilema: ¿la culpa es de la tecnología o es que la lectura digital simplemente no se asimila de la misma manera que la impresión?
Un metaanálisis realizado en 2018 revela que la lectura en pantallas puede resultar más difícil para los estudiantes. Personalmente, puedo corroborar esto. He notado que, aunque es tentador leer un artículo en mi tableta, mi capacidad para concentrarme en el contenido disminuye notablemente en comparación con un libro físico. Eso sí, al menos no tengo que marcar las páginas con un gotero cada vez que dejo caer mi café.
La crítica a la digitalización: del discurso neoliberal a la falta de evidencia
Mientras el Gobierno sueco intenta dar marcha atrás, las críticas hacia la digitalización educativa han sido abundantes. Vocales como Neil Selwyn, profesor de educación en la Universidad Monash de Melbourne, han sugerido que esta medida es más un intento de señalar un compromiso con valores tradicionales, que una solución real al problema de fondo: la falta de evidencia de que la tecnología mejora el aprendizaje.
A veces, en la búsqueda de soluciones rápidas, olvidamos el principio fundacional de cualquier debate educativo: lo que funciona para unos, puede no funcionar para otros. ¡Qué dilema! Así que aquí estamos, en medio de un debate sobre si nuestra obsesión con las pantallas es la solución o el problema, mientras algunos estudiantes siguen poniendo más atención a las redes sociales que a sus libros de texto.
La UNESCO y el llamado al uso adecuado de la tecnología
No estamos solos en esta crisis tecnológica. Recientemente, la UNESCO hizo un llamado a la prudencia en el uso de la tecnología en la educación, aunque sin mencionar directamente el caso de Suecia. Su informe sobre el estado de la educación en 2023 destaca la importancia de encontrar un equilibrio. Me recuerda a mis intentos de mantener una dieta equilibrada entre donuts y ensaladas. A veces, se me da bien, y otras veces, ¡bueno, vamos a decir que no a la comida muy saludable!
Lo que realmente impresiona de la declaración de la UNESCO es la urgencia de reflexionar sobre el uso de la tecnología. En nuestra era digital, parece que somos incapaces de despegarnos de las pantallas. Yo mismo me sorprendo, a veces, sucumbiendo al deseo de revisar mis mensajes cada cinco minutos, a pesar de que mi lista de tareas pendientes crece como la espuma.
Un nuevo enfoque: combinar lo digital con lo tradicional
Si bien el enfoque sueco puede parecer drástico, la verdad es que la digitalización en la educación no tiene por qué ser una batalla entre nuevas y viejas. Según Alejandro Gómez Miguel, del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, es esencial encontrar una manera de combinar lo digital y lo tradicional. Esto implica planificar y coordinar cuidadosamente la introducción de nuevas tecnologías en las aulas.
Imagina un escenario donde los estudiantes usan tablets para investigar y colaborar, pero también tienen acceso a libros de texto que les permiten profundizar en los conceptos. Esta podría ser la mezcla perfecta. La clave radica en cómo los educadores utilizan la tecnología; no debería ser un simple sustituto, sino una herramienta que complemente su práctica pedagógica.
Y aquí es donde entra la figura del responsable TIC. Un educador con conocimientos específicos puede ser el puente entre el uso de la tecnología y un aprendizaje significativo. Piénsalo como un director de orquesta, guiando a cada músico en su lugar para que la sinfonía esté en armonía y no sea un disparo desafinado.
El impacto de la inteligencia artificial en la educación
Y hablando de herramientas digitales, nada ha captado nuestra atención más que la inteligencia artificial (IA). Las tecnologías como ChatGPT han ido abriéndose paso en las aulas, y a pesar de que Suecia ha decidido desandar el camino de las pantallas, no puedo evitar preguntarme si los estudiantes seguirán usando estas herramientas fuera de la clase.
La incorporación de la IA en la educación plantea más preguntas que respuestas. ¿Estamos creando estudiantes más dependientes que capaces de resolver problemas críticos por sí mismos? Me recuerda a esos juegos de trivia donde, cuando te encuentras estancado, solo puedes apretar el botón de ayudar. Pero al final del día, ¿no es cierto que nada vale más que el esfuerzo y la experiencia personal acumulada al enfrentarse a desafíos?
Reflexionando sobre el futuro de la educación
Así que aquí estamos, hablando sobre el regreso a los libros de texto en Suecia. ¿Es esta una tendencia que se mantendrá? ¿O será simplemente un paréntesis temporal en un mundo cada vez más digital? Lo que está claro es que la educación está en una especie de tira y afloja. En mi propia experiencia, he visto cómo el debate ha evolucionado a lo largo de los años. Admito que, como estudiante, disfrutaba de los agradables ecos de la educación tradicional mientras me sentía igualmente emocionado por adoptar nuevas tecnologías educativas.
Lo que deseo es que el debate entre tecnología y educación no se convierta en un simple tira y afloja. Necesitamos una discusión orientada a la solución, donde podamos construir un marco educativo que integre las mejores prácticas de ambos mundos. Quizás, al final del día, lo que importa no es qué tan rápido avanzamos, sino si realmente estamos mejorando la educación para los estudiantes.
En la búsqueda de respuestas a las preguntas críticas, es fundamental recordar que la educación siempre debe girar en torno al estudiante, y lo que funciona para difundir el conocimiento y fomentar la curiosidad debería ser nuestro objetivo principal. Entonces, ¿te atreverías a cambiar un poco tus hábitos de aprendizaje? ¿Irías de nuevo a los libros de papel? ¡La elección es tuya!