Nos encontramos en un momento crítico y delicado de la historia; un momento en el que el cambio climático no solo es un tema de conversación en cenas familiares, sino un desafío existencial que afecta directamente a la vida y el bienestar de millones. Tras las recientes y dolorosas inundaciones en Valencia, resulta más evidente que nunca que los sistemas de respuesta y coordinación entre los diferentes niveles del gobierno han fallado estrepitosamente. Me atrevería a decir que las lluvias han dejado más que agua sobre el terreno, han desnudado las carencias de un sistema político que parece más centrado en el conflicto que en la cooperación. ¿No es hora de que nos sentemos a reflexionar y buscar soluciones de manera conjunta?
Un trauma colectivo que nos sacudió
Imagina este escenario: el cielo se oscurece, las sirenas suenan, y los ciudadanos, en medio del pánico, se preguntan: “¿Dónde está el Estado?”. Y no, no me refiero a una película de acción protagonizada por un héroe vestido de spandex; se trata de una pregunta absolutamente válida y desgarradora en el contexto de un desastre natural.
A raíz de las inundaciones que asolaron comunidades en Valencia, hemos sido testigos de la confusión y el desconcierto. En mi vida he vivido eventos climáticos inusuales, pero jamás había presenciado tal descoordinación. La decisión del alcalde de Utiel de suspender las clases antes de que la tormenta estallara fue un destello de gestión proactiva. Por otro lado, las malas decisiones tomadas en otras áreas dejaron a muchos en situaciones de vulnerabilidad. Siempre recordaré el momento en que un familiar muy querido se dirigía a su oficina y, gracias a esa suspensión anticipada, salió ileso. Pero, ¿cuántos otros no tuvieron esa suerte?
La política: un juego tóxico
La política en España se ha convertido en un campo de batalla donde las armas son palabras, y las víctimas, la ciudadanía. No es de extrañar que los términos “interés general” y “cuestión de Estado” se hayan vuelto vacíos, como esa promesa de comenzar a ir al gimnasio que todos hacemos cada enero. En lugar de buscar soluciones, los políticos parecen más preocupados por desprestigiar al adversario, como si el verdadero enemigo no fuera el cambio climático, sino su rival en la arena política.
¿Quién no ha sentido esa impotencia al escuchar a un político despotricar sobre lo mal que lo hace el otro sin proponer un plan, una idea, una solución? Es como ver una película de terror donde el héroe se esconde detrás de un sofá mientras la casa se desmorona; ¡por el amor de todo lo que es sagrado, sal y ayuda a la gente!
Repensando la gobernanza del cambio climático
El cambio climático no entiende de colores políticos; no distingue entre administraciones regionales o nacionales. En un mundo donde la cooperación y la coordinación son esenciales, muchos parecen aún atrapados en sus respectivas trincheras, incapaces de extender la mano. La comunidad científica ha estado al pie del cañón, advirtiendo sobre el déficit de acciones frente a este desafío monumental. Y mientras tanto, la política se aferra a su narrativa tóxica.
Por ejemplo, los recientes desastres en la cuenca del Mediterráneo nos han enseñado que la frecuencia y la intensidad de estos eventos seguirán aumentando. No se trata solo de ocurrencias aisladas; es nuestra nueva realidad. Desde las sequías que afectan a los agricultores hasta las inundaciones devastadoras, todos somos parte de la ecuación. Pero, ¿estamos dispuestos a mirar más allá de la política del caos y asumir nuestra responsabilidad como ciudadanos?
Necesitamos un cambio de mentalidad
La buena gobernanza necesita un cambio de mentalidad. Los líderes deben trascender la política de confrontación y adoptar un enfoque colaborativo que considere que el cambio climático es un problema compartido. En lugar de preguntarse “¿Quién tiene la culpa?” deberíamos preguntarnos “¿Cómo podemos solucionarlo juntos?”. Este es el tipo de colaboración que se necesita, no solo entre administraciones, sino también con la ciudadanía.
Creo firmemente que necesitamos una reválida de los mecanismos de gobernanza. En ese sentido, me viene a la mente la cita del filósofo político John Rawls sobre alcanzar “consensos entrecruzados”. Es hora de que los partidos políticos en España se detengan y reflexionen sobre los acuerdos sociales que son realmente necesarios para enfrentar esta crisis.
Reflexiones sobre lo que se debe hacer
Una de las mayores lecciones que podemos sacar de la reciente devastación es la importancia de un enfoque integral y adaptado al cambio climático. Aquí hay algunas sugerencias que, honestamente, no son nuevas, pero que nunca parecen llegar a concretarse:
- Desarrollo de planes locales de adaptación: No tengo dudas de que se requieren planes que incorporen medidas de ordenación territorial, cambios en sectores estratégicos como la agricultura y el turismo, y educación sobre el cambio climático. ¿Retrasar más esta acción es realmente una opción viable?
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Gestión del agua: Con el cambio climático afectando patrones de lluvia y sequías, es vital repensar cómo gestionamos y utilizamos este recurso. La escasez de agua no será un problema lejano; ya está aquí.
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Enfoques estructurales en el litoral: Las zonas costeras están en riesgo. ¿Por qué no vamos más allá de las medidas reparadoras y adoptamos enfoques que combatan las causas?
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Educación climática: Debemos educar a nuestras futuras generaciones sobre la gestión de riesgos y emergencias climáticas desde la infancia. No podemos permitir que se conviertan en adultos desinformados sobre uno de los problemas más cruciales de nuestra era.
Estas propuestas son parte de una agenda que debería ser prioritaria, no solo por el bienestar de todos, sino por nuestra propia supervivencia.
La urgencia de actuar
La situación es clara: el cambio climático no es un problema que se resolverá solo. Si bien la respuesta inicial a los desastres puede involucrar una respuesta rápida y de emergencia, la respuesta a largo plazo exige un cambio radical en cómo vemos la política, la cooperación y, sobre todo, el bienestar ciudadano.
No podemos perder más tiempo. Cada minuto que pasamos distrayéndonos con políticas tóxicas y conflictos inútiles es un minuto que nuestras comunidades y nuestro planeta no pueden permitirse. La emergencia climática debe unirnos, y más allá de las ideologías políticas y las desavenencias, el fuego que arde en nuestras comunidades debería ser suficiente para hacernos actuar.
Entonces, ¿estás listo para ser parte de esta revolución? Pensemos juntos y dejemos de lado las rivalidades. Al final del día, somos todos parte de un mismo estado, un mismo territorio, y, por supuesto, del mismo planeta.
Conclusión: es tiempo de unión
La reflexión y la acción deben ser nuestra prioridad. La hora de la política de combate ha pasado; es el momento de la política del pacto, del entendimiento y del verdadero interés general. ¿No crees que es hora de demostrar que podemos gobernar desde una cultura de cooperación en lugar de la dureza de los conflictos?
Tal vez, solo tal vez, al final del día, cuando las sirenas se apaguen y el cielo vuelva a ser claro, podríamos mirar hacia atrás en medio de este oscuro panorama y decir: “Nos unimos, enfrentamos el desafío, y trabajamos juntos”. Al fin y al cabo, la supervivencia nunca fue un juego individual, sino un esfuerzo colectivo.