El reciente encuentro entre el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha sido una montaña rusa de emociones, promesas y, sobre todo, un buen puñado de compromisos… que nunca llegaron. ¿Te suena familiar? ¿No es esa la historia de muchas reuniones entre políticos? Pero, en este caso, el tema es especialmente importante: la financiación de Andalucía.

Lo que comenzó como una reunión de esperanza y diálogo pronto se desvió hacia un mar de quejas y lamentos. Y digo yo: ¿No sería genial si al menos un encuentro pudiera dar pie a algo más que un intercambio de uniformes de «aquí no ha pasado nada»? Hablamos, claro, de la financiación «singular» para Andalucía, un tema que no ha visto la luz desde hace 17 largos años. ¡En 17 años se pueden hacer muchas cosas! Como aprender a hacer pan o acumular varias series en Netflix. Pero, ¿acaso hemos avanzado en el tema financiero? No, amigo, y ahí está el corazón de la cuestión.

¿Qué fue de la financiación «singular»?

Ahora, ¿qué significa realmente financiación «singular»? Imagina que te invitan a una fiesta donde hay todo tipo de comida deliciosa, pero solo hay una pequeña mesa con la comida que te gusta. Eso es lo que siente Andalucía con esta financiación: hay necesidad de un diálogo directo, pero parece que está más cerca de un buffet libre mal gestionado. Moreno, tras su charla con Sánchez, ha dejado claro que este asunto necesita ser discutido entre todos los presidentes autonómicos. ¿Por qué, entonces, el silencio ensordecedor de las promesas no cumplidas?

Moreno, cumpliendo con lo que parece ser el mantra de su partido bajo la dirección de Alberto Núñez Feijóo, ha optado por no ir a la reunión con listas de quejas y demandas sobre cómo Andalucía ha sido tratada a lo largo de los años. A veces me pregunto, ¿no sería mejor un enfoque más conciliador? Al fin y al cabo, nadie quiere que su reunión acabe en un intercambio de dardos verbal.

Los agravios que perviven

Decir que Andalucía ha sido objeto de agravios en términos de financiación sería como decir que el sol sale por la mañana. Es un hecho innegable. El presidente andaluz ha insistido en que la solidaridad interterritorial es fundamental. Si, por un lado, Cataluña sigue teniendo un trato privilegiado con su «cupo», Andalucía se siente, por así decirlo, en la cola del comedor. «Andalucía sale claramente derrotada si este modelo de financiación finalmente ve la luz», afirmaba Moreno, y no le faltaba razón. ¿Es que los andaluces no merecen igualdad? Eso es lo que algunos podrían calificar de totalmente injusto.

En las charlas, se abordaron también temas como el desempleo y la dependencia. La distancia entre Moreno y Sánchez pareció no solo fiscal, sino también emocional. Las cifras de desempleo en Andalucía son preocupantes, y es angustiante pensar que en un país con recursos y potenciales, una comunidad autónoma tan rica cultural y geográficamente se vea relegada en el ámbito económico. Tal vez, solo tal vez, si los políticos se cambiaran de lugar por un día y sintieran el peso de la incertidumbre, las cosas cambiarían.

La ilusión del diálogo se desvanece

Cuando escuchamos hablar de diálogo, todos tenemos esa esperanza de que finalmente alguien va a escuchar y tener en cuenta las necesidades de cada comunidad. Sin embargo, mi amigo Javier, político de vocación frustrada, siempre dice: «El diálogo, en política, es un arte de la retórica — no siempre llega a la acción». ¿Qué tan cierto es eso? Después de esta reunión, parece que la afirmación de Javier no es más que una verdad incómoda.

Moreno terminó su encuentro con Sánchez lamentando la falta de compromisos concretos. Además, subrayó que, a pesar de los intentos de dialogar y de plantear un orden del día claro, el resultado fue un perdón, pero no, gracias. ¿Te imaginas entrar a una tienda con un montón de dinero listo para gastar, y salir con las manos vacías? Eso es exactamente lo que sintió Moreno, como un niño que destaca en las mates pero que no logra pasar la prueba de la vida real.

Las reivindicaciones que no cesan

Mientras tanto, Moreno llega a cada reunión con un documento de 100 reclamaciones, algo que hemos llegado a asociar con la famosa carta a Santa Claus. Quizás el presidente andaluz debería considerar que, si hace un par de años conseguía algo en un encuentro, hoy querrá salir con algo más que una conversación. En este sentido, no es sorpresivo escuchar que las preocupaciones de los andaluces incluyen temas como el control de las fronteras y la migración.

Y hablando de migración: ¡vaya tema! Con la llegada reciente de 85 refugiados subsaharianos a Alcalá de Guadaíra, los cuadros de urgencia y necesidad aumentan. Es como si Andalucía tratara de armar un rompecabezas en medio de un huracán. Una vez más, Moreno exige “cooperación económica” para poder ofrecer los recursos necesarios a quienes llegan. Sin embargo, dudo que este asunto se trate en tantas cenas de gala y encuentros protocolarios deficientes.

Reflexiones finales: ¿Qué le depara el futuro a Andalucía?

Entonces, mientras Moreno y Sánchez hacen malabares en balas de cañón de promesas vacías y espacios de cooperación, nosotros, los habitantes de Andalucía, seguimos esperando lo que parecen ser insignias de honor en una batalla perdida. La lucha por la financiación adecuada y por una igualdad verdadera no solo es una lucha por números, sino también por la dignidad de los ciudadanos andaluces.

Siempre hay una razón para tener esperanza, aunque a veces parezca que estamos dando vueltas en círculos. Al final del día, puede que la verdadera batalla no sea solo contra los recortes o las desigualdades, sino contra la actitud de que “así siempre ha sido” o “es difícil de cambiar”.

Con un poco de humor y un leve toque de ironía, me despido hoy, dejando fluir la esperanza de que Andalucía obtenga lo que merece. Mientras tanto, yo seguiré aquí, listo para escuchar las últimas del mundo político. ¿O acaso deberíamos hacer un bingo para las promesas no cumplidas? ¡Sería un verdadero juego de palabras!

Así que, amigo lector, ¿cuál crees que será el siguiente paso? ¿Dejar que el tiempo pase hasta que llegue otro encuentro donde todo se quede en el aire? O, mejor aún, ¿quizás un mensaje en botella a los responsables de conducir esta comunidad hacia un futuro mejor? ¡Solo el tiempo lo dirá!