A lo largo de los años, he tenido la suerte (o quizás la desgracia) de vivir ciertas experiencias que se han quedado grabadas en mi memoria como fotogramas de una película. A veces son momentos alegres, otras son frustrantes y, por supuesto, hay un montón de anécdotas que simplemente me hacen reír. Ya saben, esas situaciones en las que uno se pregunta: «¿Cómo llegué a este punto?». Ahora, al hablar de El atraco, la nueva película polaca que ha llegado a Netflix, me siento como si estuviera narrando una de esas historias: intrigante, a menudo oscura, pero con un trasfondo social que nos invita a reflexionar.
Un vistazo a Varsovia en los años 90
Imaginemos la Varsovia de principios de los años 90. Una ciudad que, como yo, está tratando de encontrar su identidad tras la caída del comunismo. Al principio, observamos un entorno desolado, una especie de paisaje postapocalíptico, que solo puede ser descrito con una paleta de grises y tristes tonos marrones. El vestuario, por cierto, parece haber sido diseñado con la intención de mostrarnos que, a veces, el verdadero horror no solo proviene de un atraco a un banco, sino de los jerséis que nunca pasaron de moda.
El director de El atraco ha logrado crear una atmósfera que recuerda a películas como El crack de José Luis Garci, donde el entorno juega un papel protagónico en la narración. El compromiso del realizador con la autenticidad es tan palpable que, en más de una ocasión, me vi preguntándome si ese vestuario realmente existía o si simplemente lo había creado un especialista en «desgracias textiles». Spoiler: ¡No es tan fácil vestirse mal, amigos!
Un thriller lleno de matices
En El atraco, seguimos la historia de Tadeusz Gadacz, un ex policía con un curioso enfoque para resolver crímenes. Con la chispa de un Colombo polaco y el halo sombrío de un personaje de noir, Tadeusz busca a los delincuentes que realizaron un robo a un banco. Sin embargo, a medida que avanzamos en la trama, nos damos cuenta de que este no es simplemente otro thriller de acción. Reflexionemos por un momento: ¿cuántas veces hemos visto a un protagonista cargando con el peso de decisiones pasadas y con un trasfondo social asfixiante?
La forma en que se presenta al personaje de Tadeusz es, en cierto modo, una metáfora de Polonia en transición. Es un hombre que ha vivido en un mundo donde la moralidad estaba distorsionada, y ahora se encuentra en un sistema que, aunque imperfecto, le ofrece una segunda oportunidad. Ahí es donde radica, para mí, la belleza de esta película: en los matices. La narrativa está tejida con hilos de un pasado doloroso y un futuro incierto. ¡Casi me hace llorar! O quizás sea solo mi resfriado.
Un juego de contrastes: el bien y el mal
Otro aspecto fascinante de El atraco es cómo nos invitan a cuestionar lo que consideramos «bueno» o «malo». Aquí vemos a delincuentes con razones comprensibles detrás de sus acciones, lo que añade una capa interesante al dilema moral que a menudo enfrentamos en el cine. ¡Hola, Al Pacino de Tarde de perros! Esta conexión me llevó a recordar aquel momento en que traté de justifica a un compañero mío que, para ahorrar dinero, decidió hacer una «fiesta sorpresa» en su piso a las 3 de la madrugada. Todos sabemos que a esas horas, la fiesta se convierte en una «alarma vecinal sorpresa».
En el film, los atracadores no están allí solo por avaricia; su historia personal entrelazada con la pobreza realista de la época nos atrapa. La falta de oportunidades y el deseo de salir del hoyo son los motores de su narrativa. En cierto modo, el director nos presenta a una generación disfuncional, formada por las secuelas del totalitarismo y el viejo régimen, que lucha por encontrar su camino. ¿Y a quién no le ha pasado eso, verdad? Todos hemos estado allí: entre el deseo de prosperar y la realidad financiera que a veces parece gritarnos que nos quedemos en casa viendo series.
El retrato de una sociedad en cambio
Pero hay que aclarar que El atraco no es solo un análisis sociológico. La película nos ofrece un cóctel explosivo de acción, sorpresas y momentos emotivos. Las escenas de tensión están tan bien logradas que a veces me encontré conteniendo la respiración. En una de esas emociones compartidas con el resto de la audiencia, de repente escuché a alguien gemir: “¡No! ¡No vayas allí!”, como si su advertencia pudiera alterar el resultado. Ese sería el equivalente cinematográfico a pedirle a un amigo que no entre a un bar donde claramente ha sido prohibido.
En lo que respecta a la dirección, es cierto que hay momentos donde puede parecer errática. Hubo instantes en que desearía que el director tuviera el control de un virtuoso como Martin Scorsese, cuyos detalles visuales y narrativos son inigualables. Sin embargo, hay algo entrañable en esta producción que compensa cualquier desliz. Quizás sea como hablar de tu primo rarito. Aunque no siempre brille, de alguna manera tiene su propio encanto.
La fotografía y el diseño artístico
La fotografía de la película es otro punto que merece mención. Los encuadres y el uso de sombras cuentan historias propias y aportan una dimensión casi poética a la narrativa. Recuerdo que una vez asistí a una exposición de fotografía donde el fotógrafo capturó momentos de soledad en una gran ciudad. En ese instante, comprendí que a veces, una mala fotografía puede ser más elocuente que un poema, y eso es justo lo que El atraco logra transmitir. La luz y la oscuridad se entrelazan en escenas que sorprenden incluso a los espectadores más cinéfilos. ¿Están listos para darle un giro a su forma de ver el mundo?
La conexión con el cine polaco
A muchos de nosotros nos viene a la mente Krzysztof Kieslowski, Roman Polanski o Agnieszka Holland cuando se habla de cine polaco. En este sentido, El atraco representa una evolución que quiere salir del estereotipo del «cine polaco intenso», a menudo dominado por historias sombrías y trágicas. En lugar de eso, se nos ofrece una obra que es vibrante, intrigante y, sí, un poco entretenida. ¡Así es, Polonia! Ustedes pueden hacer algo más que dramas en blanco y negro.
Hago un llamado a mis amigos amantes del cine indie o a aquellos que piensan que el cine polaco solo se trata de la tristeza existencial: dense una oportunidad. El atraco es un fresco que se atreve a mostrar la vida tal y como es, con todos sus matices.
Reflexiones finales: el contexto y la modernidad
Finalmente, he de confesar que, al ver El atraco, sentí una conexión emocional más profunda no solo con sus personajes, sino también con todo un país que ha vivido cambios drásticos. La película nos recuerda que, aunque el camino esté lleno de baches, el arte puede ser un vehículo para la sanación y la esperanza. Porque, al final del día, todos estamos bastante perdidos de alguna forma, ¿no? Espero que después de ver la película, se sientan un poco menos solos.
Así que, sí, a veces deseo que Martin Scorsese no estuviera muy ocupado a sus 81 años y pudiera dedicarse a hacer remakes de películas polacas, pero en su ausencia, ¿por qué no disfrutar también de este atractivo y sorprendente arte contemporáneo? Quizás se me atreva a probar otros filmes de este director y ver qué más tiene reservado. ¡Nos vemos en el próximo salón de cine de la comunidad!
Y recuerden, a veces, el verdadero atraco no está en el robo a un banco, sino en lo que nos roba cada día la vida misma. ¿No les parece algo digno de una buena película?