La noche comienza como cualquier otra. Decido ir al cine, con ganas de disfrutar de una película que me mantenga en la butaca. Me siento emocionado, sentado con un combo de palomitas y refresco, listo para ser transportado a otros mundos. Pero la experiencia que resultó de «No hables con extraños» fue diferente. A medida que los créditos finales comenzaron a rodar y la sala se iluminó, me encontré necesitando un banco en el vestíbulo para reflexionar. ¿Alguna vez han salido de una película sintiéndose un poco… raros?
¿Qué hay detrás de “no hables con extraños”?
“No hables con extraños” es el remake estadounidense de la inquietante película danesa “Speak no evil” de 2022. En inglés, ambas comparten el mismo título, el cual invoca el proverbio que dice: “No digas maldades”, asociado a uno de los tres monos budistas. Sin embargo, en español, el título quedó un poco cojo, reduciendo todo el contexto psicológico de la historia a una advertencia sobre un peligro que acecha en cada esquina.
La trama gira en torno a una familia que, tras entablar amistad con otra durante unas vacaciones, se ve atrapada en una serie de situaciones cada vez más desconcertantes y perturbadoras. La película comienza con un ambiente casi familiar, como esas películas de M. Night Shyamalan, pero rápidamente evoluciona hacia un desenlace que recuerda a “Perros de paja” de Sam Peckinpah. Es un viaje emocional que refleja la angustia y los miedos que muchos de nosotros enfrentamos hoy en día.
Una sinopsis inquietante: ¿puedes sentir la incomodidad?
Imagina esto: comienzas tus vacaciones en la pintoresca Toscana, te haces amigo de una familia simpática, y, al final, decides hacer una visita. Todo debería ser perfecto, ¿verdad? Pero lo que se desarrolla es una serie de encuentros incómodos, como cuando te das cuenta de que tu amigo tiene un extraño fetiche por las piñas. En la película, la incomodidad se intensifica con cada escena. El hijo de la familia anfitriona tiene problemas de comunicación, pero su silencio es un grito sutil que te advierte de que hay algo más tirante bajo la superficie.
La familia protagonista, con un padre interpretado por Scoot McNairy, atraviesa por esas situaciones sociales que todos hemos experimentado: ser demasiado educado para irte de una cena incómoda. La pregunta que la película plantea es inquietante: ¿qué pasaría si ignoramos nuestras intuiciones por ser educados?
El papel de la violencia y la defensa personal en tiempos modernos
Uno de los aspectos más inquietantes de “No hables con extraños” es su exploración de la masculinidad y el uso de la violencia en la defensa personal. ¿Cuántas veces hemos hablado sobre la necesidad de defender lo que amamos? El personaje principal representa esa figura masculina que, al verse abrumada por situaciones difíciles, se siente incapaz de proteger a su familia. Y, ¿cuál es el dilema moral que enfrentamos? ¿Es justificable el uso de la violencia en la defensa propia, o es solo una respuesta ciega a nuestros miedos?
Recientemente, la figura de Daniel Guzmán, quien actuó para recuperar su casa de unos okupas, ha aparecido en varios medios. ¿Es un héroe o un villano? Nos vemos enfrentados a nuestra propia percepción de la justicia. La película juega con esas líneas difusas que separan la violencia de la protección, haciéndonos reflexionar sobre la legitimidad de nuestras acciones. ¿Deberíamos esperar que la policía llegue a salvarnos, o debemos arremeter con nuestras propias manos?
La tiranía de los niños: una visión contemporánea
Además de sus profundos temas sobre la violencia y la masculinidad, “No hables con extraños” también aborda la sobreprotección de la infancia. El hecho de que todos los problemas que enfrenta la familia surgen de la insistencia de la pequeña protagonista por recuperar su osito de peluche es una reflexión sobre cómo los deseos de nuestros hijos pueden influir en nuestras decisiones. ¿Acaso no ha sido alguna vez un pequeño capricho o un berrinche motivo suficiente para meternos en problemas?
Nani Moretti en “Caro Diario” ya había explorado esta cuestión hace años, evidenciando la tiranía que los niños ejercen sobre los adultos. ¿He perdido mi objeto de valor, o realmente he recibido una lección sobre la fragilidad de nuestras decisiones como padres?
Reflexiones finales: ¿qué nos dice “no hables con extraños” sobre nosotros mismos?
Como espectadores, nos vemos obligados a cuestionarnos cuando salimos del cine. Esta película, al final de cuentas, es un espejo de nuestros propios temores. En un mundo donde la violencia parece siempre al acecho y la empatía se diluye, “No hables con extraños” es un recordatorio incómodo de que la forma en que interactuamos con los demás puede tener más implicaciones de las que imaginamos.
Al reflexionar sobre la película, entiendo por qué decidí sentarme en ese banco después de salir del cine. La incomodidad se siente a veces como un bolígrafo que no para de pinchar en nuestra piel. Probablemente, en la vida real, tenemos más en común con la familia protagonista de lo que nos gustaría admitir. Desde los silencios incómodos en las cenas hasta las pequeñas objeciones que guardamos para no incomodar, esta película revela las verdades ocultas de nuestra existencia moderna.
Finalmente, “No hables con extraños” invita a cada uno de nosotros a contemplar la delicada línea entre la educación y la defensa personal, entre la empatía y la violencia profundamente arraigada en nuestra sociedad. ¿Cuál es el próximo paso que tomaremos? ¿Nos quedaremos sentados en el banco, o decidiremos levantarnos y enfrentar nuestras verdades?
Así que la próxima vez que salgas del cine, recuerda lo que realmente importa: ser auténtico, hablar incluso si eso implica el riesgo de incomodar, y sobre todo, observar a tu alrededor para entender el mundo en el que vivimos. Porque al final, no se trata de extraños, sino de todos nosotros.