La juventud de Madrid se encuentra en una encrucijada. ¿Puede un consejo de la juventud, un espacio de participación para los más jóvenes, ser cerrado sin provocar una reacción contundente? Claro que no, y recientemente hemos sido testigos de la valentía y unidad de diversas asociaciones, partidos y movimientos juveniles, que se concentraron ante la Asamblea de Madrid para protestar por lo que consideran una grave amenaza a sus derechos. Este artículo se adentrará en los detalles de esta crisis, explorando tanto las aristas políticas como las implicaciones sociales.

Contexto: ¿Por qué se quiere cerrar el consejo?

Para quienes no están familiarizados con la situación, el Consejo de la Juventud de la Comunidad de Madrid (CJCM) ha sido un espacio fundamental desde su restitución en 2017 tras un cierre anterior en 2010. En este consejo se agrupan más de 40 entidades y organizaciones que representan a la juventud madrileña, incluidas asociaciones estudiantiles, sindicatos y partidos políticos. Si alguna vez pensaron que la política no les concierne, piensen de nuevo; la decisión de cerrar este consejo podría tener un impacto profundo en el futuro de sus derechos y libertades.

El Gobierno de Isabel Díaz Ayuso ha defendido esta propuesta de cierre bajo el paraguas de la “racionalización del gasto y mejora de la eficiencia administrativa”. Suena bonito, ¿verdad? Pero, ¿es realmente esto lo que se busca? En lugar de buscar una mejora o modificación del consejo, la propuesta apunta a su eliminación completa. Imagina que te dicen que van a «mejorar» tu restaurante favorito, solo para que lo cierren y lo reemplacen por un puesto de hot dogs. Esa es, en esencia, la propuesta del PP. ¡Y no se lo hacen fácil a los jóvenes!

La movilización juvenil: una demostración de fuerza

El jueves pasado, ante la Asamblea de Madrid, se escucharon consignas como “el consejo resiste, la juventud persiste”. Esos gritos resonaban con un sentido de urgencia y determinación. Entre los asistentes se encontraban destacados representantes políticos, entre ellos Juan Lobato del PSOE y Manuela Bergerot de Más Madrid, así como Sira Rego, ministra de Juventud e Infancia del Gobierno español. Este tipo de apoyo político no se ve todos los días, sobre todo en una situación que involucra a la juventud.

He asistido a algunas manifestaciones en mi vida; algunas eran verdaderos desfiles de chaquetas de cuero y banderas de colores, mientras que otras me recordaban a una reunión de padres en la escuela. Sin embargo, esta concentración tenía algo especial; se notaba que había juventud y pasión en el aire. Los jóvenes estaban allí, no solo para protestar, sino para dejar claro que no se dejarán pisotear.

La voz de la ministra: un apoyo tangible

Sira Rego, la ministra de Juventud e Infancia, fue clara y contundente en su mensaje: “La Comunidad de Madrid estrecha las libertades y los derechos de las personas jóvenes”. ¡Vaya! Esto es algo que debe resonar en la mente de todos los que creemos en la importancia de garantizar espacios donde la juventud pueda expresarse y desarrollarse.

Sin embargo, esto también nos lleva a preguntarnos: ¿Realmente estamos como sociedad dispuestos a dejar que nuestros jóvenes sean privados de su voz en la política? La respuesta debería ser un rotundo “no”. La participación juvenil en espacios de debate es crucial si realmente queremos construir un futuro donde los jóvenes sientan que tienen un papel en la sociedad.

La alternativa del PP: un cambio de nombre sin un cambio real

El clima se caldeó aún más cuando se conoció la alternativa presentada por el Partido Popular. En lugar de un consejo, proponen un nuevo organismo que carecería de personalidad jurídica propia y estaría bajo la sombrilla de la Consejería de Familia, Juventud y Asuntos Sociales. Es como si te dijeran que te darían un coche nuevo, pero únicamente te darían la carcasa y no el motor. En este nuevo modelo, no habría espacio para sindicatos ni partidos políticos, lo que lleva a muchos a cuestionar la verdadera intención detrás de este movimiento.

Beatriz Borrás, diputada de Más Madrid, lo expresó de manera directa: “La intención de cerrar el CJCM para sustituirlo por un nuevo organismo dependiente del Gobierno es un signo de la deriva totalitaria que está tomando el Ejecutivo”. Cuando escuchamos palabras como “totalitarismo”, es normal que se nos erice la piel. Pero, ¿es posible que estemos exagerando?

Los jóvenes necesitan un espacio legítimo

Ana González, presidenta del Consejo de la Juventud de España, también se unió a la protesta, reiterando que este cierre “atenta directamente” contra los derechos de todos los jóvenes. La falta de un órgano legítimo de participación juvenil podría resultar en un desinterés generalizado por parte de los jóvenes en la política. Es un ciclo vicioso que no queremos fomentar. Si un consejo de juventud no es más que una etiqueta vacía, ¿qué les estamos diciendo a nuestros futuros líderes sobre la importancia de involucrarse en la política?

La lucha continúa: un compromiso que no se rendirá

Con el cierre aparentemente “inminente” del CJCM, el presidente del consejo, Pablo de la Hoz, insistió en que la movilización continuaría. En un contexto donde el eslogan “sin independencia, no hay democracia” es más relevante que nunca, los jóvenes madrileños deben mantener su lucha por sus derechos.

Quizás desconozcamos el impacto tangible que esto tendrá en nuestra vida diaria, pero piensa en ello: ¿Qué sucede si los jóvenes dejan de tener un canal para expresar su voz? En un mundo donde el cambio climático, la educación y el empleo son temas candentes, la falta de representación juvenil podría significar que estas cuestiones se aborden sin la perspectiva fresca e innovadora que solo los jóvenes pueden aportar.

Reflexión final: el poder de la participación

Es inevitable preguntarse: ¿La juventud de Madrid es realmente el futuro? O más bien, el presente. La esencia de la juventud no solo reside en su energía y vitalidad, sino en su capacidad de cuestionar, de desafiar y de empujar hacia adelante. Al cerrar espacios de participación, se corre el riesgo de desincentivar el interés de los jóvenes en los temas que más les afectan.

El momento es crítico y, aunque pueda parecer un pequeño consejo para algunos, lo que está en juego es la participación activa y el futuro político de una generación. Entonces, si estás leyendo esto, ¿qué harás para asegurarte de que tu voz, y la voz de tus pares, resuene en el escenario político? La pregunta es provocativa, quizás incluso incomoda, pero es necesaria. La juventud merece ser escuchada, y los que intentan silenciarla nunca tendrán la última palabra.

La lucha por el derecho a participar, a decidir, a expresar, es una lucha que nos involucra a todos. Así que la pregunta es: ¿te unirás al coro de voces que hacen eco en las calles de Madrid? La decisión está en tus manos.