Pocas cosas podrían ser tan estadounidenses como un McDonald’s. Me atrevería a decir que el aroma de sus hamburguesas y el sonido de sus patatas fritas están tejidos en el tejido mismo de la cultura popular de Estados Unidos. Con unos 42,000 restaurantes en todo el mundo y 13,500 solo en EE.UU., parece que dondequiera que te encuentres, incluso en lugares recónditos, un McDonald’s no está muy lejos. Pero, ¿qué pasa cuando ese icónico lugar se convierte en el campo de batalla de un enfrentamiento político? Vamos a desglosar lo que ocurrió recientemente entre Donald Trump y Kamala Harris en este restaurante de comida rápida.

Un encuentro dentro de los arcos dorados

La historia comenzó cuando la Vicepresidenta Kamala Harris mencionó haber trabajado en McDonald’s durante un verano mientras estudiaba en la Universidad de Howard en 1983. Esta afirmación quedó en la mira de Donald Trump, quien, en un claro intento de cuestionar la veracidad de Harris, se plantó en un McDonald’s de Pensilvania para demostrar con una especie de performance que Harris no había trabajado allí. Trump llegó en una caravana digna de un rey, rodeado de motoristas, coches de policía y un buen puñado de periodistas (¿alguien se siente como si estuviera en una película de acción?).

Una anécdota divertida es que la última vez que estuve en un McDonald’s, tuve que luchar con una máquina de autoservicio que parecía tener más inteligencia artificial que toda la tripulación de “Star Wars”. Así que la imagen de un Trump disfrazado de friever en un McDonald’s no pudo menos que sacarme una sonrisa. ¿No sería un plot twist digno de un programa de televisión?

«El cerebrito del freidor»

Una vez dentro del restaurante, Trump se vistió con un delantal (que podría haber diseñado un estilista famoso) y se dispuso a poner manos a la obra. Al parecer, su técnica de freír patatas era tan sutil como su toque en las redes sociales: un poco desastroso. El personal le mostró cómo utilizar la freidora, pero el ex-presidente ignoró el primer paso y sacudió la cesta cual si estuviera intentando deshacerse de una plaga (recordemos que también pudo haberlo hecho por superstición). Entre risas y el movimiento de cucharas, logró meter las patatas en un recipiente con la delicadeza de un campeón de boxeo en su primer combate.

Trump luego salió a entregar las patatas fritas a una familia que había hecho su pedido desde el coche. “Voy a daros unas cosas extra. Esto va por cuenta de Trump”, dijo, lavándose las manos como si realmente hubiera cocinado las frituras. Al escuchar esto, empiezo a pensar que quizás todos deberíamos hacer un viaje a un McDonald’s en nuestra localidad y preguntar qué “extras” pueden ofrecernos a cambio de un tuit o un meme. ¡Qué interesante sería eso, eh!

La batalla de relatos

Mientras tanto, la campaña de Harris decidió dejar las acusaciones de lado. En lugar de eso, su equipo se enfocó en subrayar cómo Trump estaba usando a los trabajadores para hacer su show en lugar de preocuparse por sus necesidades. “Hoy, Donald Trump mostró exactamente lo que veríamos en un segundo mandato: explotar a la gente trabajadora para su propio beneficio personal”, dijo el portavoz de Harris, Joseph Costello.

Harris ha compartido a lo largo de los años cómo ese trabajo en McDonald’s representa sus raíces: una joven universitaria tratando de salir adelante. Su narrativa la coloca en contraste directo con Trump, un hombre que, como sabemos, nació en la cuna de la riqueza y parece estar más cómodo tratando con grandes corporaciones que con la gente de la calle.

Al final del día, ¿no se trata esto de humanizar a los líderes? Todos hemos hecho algo para ganarnos la vida, ya sea en un trabajo de verano, en la universidad o incluso vendiendo limonada en nuestras calles de infancia.

La respuesta de Kamala Harris

Harris, por su parte, celebró su cumpleaños en el mismo día haciendo un llamado a la unión en la New Birth Missionary Baptist Church en Georgia. Habló sobre el deber de ayudar al prójimo y compartió historias de su tiempo como fiscal. Mientras tanto, el show de Trump en el McDonald’s pareció girar alrededor de la controversia más que del mensaje. Desgraciadamente, este tipo de espectáculo mediático a menudo envuelve a los mensajes más profundos sobre la salud económica de las comunidades trabajadoras, las cuales muchos siguen luchando por mantener a flote.

En su discurso, la vicepresidenta subrayó la responsabilidad de cada ciudadano en la democracia. “Lo que hagamos a partir de ahora depende de nosotros”, dijo, recordando que el pueblo estadounidense tiene el poder de decidir quiénes deben ser sus líderes. Me parece acertado enlazar esto con los tiempos que vivimos, en donde parece que muchos tienden a olvidar que el voto no es solo un derecho, sino un poder que muchos han luchado por conseguir.

La cultura de la crítica: ¿desinformación o sátira política?

Trump se ha vuelto un maestro en cuestionar las biografías de sus opositores. No es solo una cuestión de un par de mentiras piadosas sobre su rival, sino de una especie de cultura mediática donde la sátira se cruza con el fake news. No está mal una pequeña broma, pero ¿es ético jugar con la verdad de esa manera?

Me recuerdo cuando compartí algo en redes sociales que resultó ser un meme; fue muy divertido, pero jamás pretendí que, en algún lugar, alguien pensara que era la verdad absoluta. La red es un espacio donde la línea entre la realidad y la broma se desdibuja con frecuencia. Sin embargo, cuando se trata de política, el impacto de la desinformación puede ser destructivo. Lamentablemente, muchas personas todavía creen en las afirmaciones sin ninguna prueba. Desde la polémica sobre Obama hasta las afirmaciones sobre Harris, la cultura de los rumores se ha colado en nuestro discurso nacional.

Una perspectiva crítica se convierte en un deber ante la incapacidad de los votantes para discernir lo que es real y lo que es una estrategia política. Sin embargo, no siempre se trata de una venganza política. En su lugar, deberíamos aspirar a comprender a nuestros líderes como humanos, porque, al fin y al cabo, todos estamos aprendiendo sobre la marcha.

Reflexión final: McDonald’s y las lecciones políticas que podemos extraer

Así que, ¿qué hemos aprendido de este insólito evento? En primer lugar, que incluso el lugar más trivial puede convertirse en un campo de batalla político. En segundo lugar, resalta la importancia de la narrativa. Las historias que cuentan los políticos se convierten en su pedigreé, y la muchos luchan por definir su experiencia laboral para establecer una conexión con el electorado. En última instancia, lo que se esconde detrás de los arcos dorados no es solo la comida rápida, sino la posibilidad de diálogo sobre la desigualdad económica y la experiencia del día a día.

Así que, la próxima vez que pienses en McDonald’s, pregúntate: ¿Cuántos de nosotros realmente conocemos la vida de quienes trabajan allí? Quizás deberíamos mirar alrededor y ver esos rostros, escuchar sus historias. Tal vez algún día, podamos desglosar no solo las hamburguesas y las patatas fritas, sino también las complejidades de nuestras luchas compartidas en la vida.

¡Hasta la próxima, y que el próximo McFlurry que pidas venga acompañado de una buena conversación! 🍔✨