El teatro ha sido durante siglos un espejo social que refleja nuestras ansias, miedos y, por supuesto, nuestras vulnerabilidades. En la era actual, donde todo parece estar más conectado que nunca, el arte escénico juega un papel crucial en la exploración de la identidad, la sexualidad y la lucha por nuestros derechos. En este contexto, la obra ‘Analphabet’ de Alberto Cortés se erige como un faro que ilumina las heridas invisibles de la comunidad gay. Pero, ¿realmente entendemos lo que esto significa en la actualidad? Acompáñame en esta travesía por el universo de Cortés, donde la poesía se encuentra con la realidad, y las fragilidades se transforman en fortalezas.
La magia escénica de ‘Analphabet’
Imagina que entras a un teatro y eres recibido por un Alberto Cortés cuyo cuerpo parece estar en un constante juego entre la vida y la muerte. Con esos brazos enormes que se extienden como las alas de un ave fénix, clama al cielo de una manera que solo un artista desterrado podría hacerlo. En este pequeño círculo de luces, la violinista Luz Prado se convierte en el eco de su desesperación, rasgando las notas del alma mientras el cuerpo de Cortés se transforma casi en un espectro. La atmósfera se carga de energía y misticismo, recordándome aquella vez que vi un espectáculo tan absorbente que me dejé llevar sin poder mirar atrás. ¡Qué experiencia!
Un espectáculo poético de vulnerabilidad
El personaje que Cortés le da vida en ‘Analphabet’ no es solo un individuo; es un manifestante en una lucha constante. Él mismo lo describe como un “fantasma romántico, marica” que se enfrenta a la brutalidad del amor y las relaciones malsanas. Este retrato nos recuerda las experiencias de muchos en la comunidad LGBT+, donde a menudo el amor se confunde con el dolor. ¿Quién no ha tenido una relación tóxica en su vida? Tales experiencias nos hacen cuestionar la esencia del amor, una cuestión que el dramaturgo plantea con cruda honestidad.
Cortés teje un universo donde la luz y la oscuridad coexisten. En una de sus líneas más potentes dice: “A mí me gusta el maltrato, papi, pero no el que tú me dabas.” Este paralelismo entre la luz y la sombra es el tirante que une a todos los que alguna vez hemos sentido que el amor es a la vez un refugio y una trampa. ¡¿No es una dinámica fascinante?! La obra no solo nos muestra un grupo de personajes lidiando con su dolor, sino que nos invita a reflexionar sobre nuestra propia experiencia.
Los ecos de un pasado compartido
La influencia de José Bergamín en la obra es innegable. En ‘La decadencia del analfabetismo’, Bergamín plantea una dicotomía entre el espíritu libre del niño analfabeto y la cultura letrada que, según él, es un espacio de muerte del espíritu. Este conflicto resuena en la obra de Cortés, que invoca un analfabeto que aún es niño en medio de una comunidad marcada por el dolor y la exclusión.
Cuando Cortés se refiere a la “violencia intragénero del universo gay”, no es solo un llamado a la acción; es un grito de desesperación que refleja el sufrimiento de muchos que se sienten como parias no solo en la sociedad heteronormativa, sino también dentro de su propia comunidad. ¿Es esta la razón por la que muchos encuentran en el arte una forma de sanación? Posiblemente sí.
Así, cada actuación, cada línea de texto, nos empuja a recordar nuestro pasado y a preguntarnos: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? La historia de Cortés se convierte, en muchos sentidos, en una historia colectiva que busca la redención, no solo para él, sino para todos aquellos que han sentido el peso del desprecio social. Es un acto de amor hacia una comunidad que, aunque herida, sigue adelante.
Cuerpo y palabra: el dueto en el escenario
La magia de ‘Analphabet’ no solo reside en su contenido, sino también en la ejecución. Con magistrales colaboraciones de sonidistas como Óscar G. Villegas, la obra se convierte en una sinfonía de emociones en la que cada elemento se entrelaza. Aquí es donde la palabra cobra vida. Este empeño por crear un teatro poético sin poeta —una poesía sin literatura— es un acto de valentía en sí mismo. En este sentido, Cortés nos enseña que hay un poder intrínseco en el arte de contar historias en vivo.
Cuando lo vi en el Festival Iberoamericano de Cádiz y nuevamente en la Temporada Alta de Girona, quedé cautivado por cómo su cuerpo poseído se transforma en un instrumento en manos de un maestro. Cada movimiento y cada palabra recitada parecían ser una danza en la que el dolor y el amor se alinean. La presencia de Cortés, cargada de una energía casi palpable, me hizo pensar en las veces que me he sentido rodeado de personas que, sin decir una palabra, han transmitido todo un universo de emociones solo con su ser. ¿No es eso lo que todos buscamos en un espectáculo? Esa conexión visceral que te hace sentir que no estás solo en tu dolor.
‘Analphabet’ y su relevancia cultural
Desde su estreno en el Festival TNT de Tarrasa, ‘Analphabet’ ha dado la vuelta a varias ciudades de España, y tengo entendido que también cruzará el charco hasta Argentina. Es fascinante pensar en cómo un espectáculo que comenzó como una exploración personal se ha convertido en un símbolo de identidad y resistencia para muchos.
En un mundo donde los derechos de la comunidad LGBT+ aún están en juego, obras como la de Cortés emergen como un recordatorio de que el arte no solo entretiene; también informa, conecta y transforma. Recordemos que la última vez que el voz de la comunidad fue ahogada por la indiferencia, muchos se manifestaron en las calles con carteles y canciones. Y ahora, con el teatro como escenario, ¿acaso no es un eco poderoso de esta lucha?
Para aquellos que no han estado involucrados en las luchas por los derechos LGBT+, puede ser fácil ignorar las experiencias de aquellos que se encuentran atrapados entre la aceptación y el rechazo. Pero al sumergirnos en piezas como ‘Analphabet’, podemos abrir un diálogo y aumentar la empatía hacia quienes han enfrentado tanto dolor en sus vidas. Puede que no siempre comprendas todas las referencias culturales o personales, pero el arte tiene el poder de abrir nuestros corazones y nuestras mentes. ¿No es grandioso?
La comunidad como motor de cambio
Uno de los aspectos más enriquecedores de este nuevo trabajo de Cortés es su capacidad para convocar una comunidad. La Escuela del Sur, que él lidera junto a la artista gaditana Rosa Romero, se presenta como un espacio de encuentro en el que los creadores gaditanos pueden articular sus voces y visibilizar sus historias. En un mundo donde a menudo nos sentimos aislados, esta comunidad musical, teatral y performativa es como un abrigo que protege a quienes se sienten extraviados.
Cortés nos recuerda que solo a través de la colaboración y el apoyo mutuo podemos superar la violencia y el rechazo. Cada actuación, cada encuentro, se convierte en una plataforma de sanación para muchos, más allá del propio acto de interpretar. Así, pone a la audiencia frente a un espejo, invitándolos a cuestionar no solo su percepción del arte, sino también sus actitudes hacia los que son diferentes.
Mirando hacia el futuro
A medida que la obra de Cortés continúa su recorrido por distintas ciudades, queda una pregunta en el aire: ¿qué futuro le espera al teatro contemporáneo bajo estas circunstancias? Con cada puesta en escena, creando un camino que nos guíe hacia una mayor comprensión y aceptación, es probable que el arte escénico siga siendo un vehículo poderoso de cambio.
¿Y qué podemos hacer nosotros? Interactuar, asistir, compartir y, sobre todo, escuchar a quienes tienen historias que contar. Desde el confort de nuestro hogar, podemos investigar, leer y aprender más sobre estas iniciativas. Un pequeño gesto, como asistir a una obra de teatro o compartir un artículo, puede ser el primer paso hacia una mayor conciencia social.
Conclusión: el eco de ‘Analphabet’
En un mundo que a veces se siente como una lucha constante por la aceptación y el amor, la obra ‘Analphabet’ de Alberto Cortés se presenta como un refugio espiritual. Atrae a los espectadores a un viaje de autodescubrimiento y confrontación que los invita a cuestionar su propia narrativa. Cada actuación es una invitación abierta a explorar lo más profundo de nuestra humanidad.
Así que, ya sea que te identifiques o no con la experiencia de Cortés, la realidad es que todos somos parte de esta historia colectiva. No importa cuán diferente sea nuestra trayectoria; cada uno de nosotros tiene una voz que merece ser escuchada y una historia que necesita ser contada. Y, al final del día, quizás la verdadera lección que aprendemos de ‘Analphabet’ es que, a pesar de nuestras falencias y dolor, hay una belleza innegable en ser vulnerables y auténticos. ¿Y no es eso lo que todos buscamos?